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Arte

La máscara de diablo

Para el siguiente sábado había llenado dos costales de ceniza…

Danza de tecuanes de Tonahuixtla, Puebla.

La máscara de diablo

Víctor Salgado

Jacinto era el hombre más pobre de la comarca. Vivía en una casa de adobe que se caía de vieja en la ladera de un cerrito, a la sombra de unos naranjos. Rutilia, su esposa, conservaba algo de la belleza de su juventud, pero el hambre y la pobreza la hacían ver aún más vieja de lo que realmente era. Ninguno de los dos solía salir de su ranchito más que alguna vez, cada dos o tres meses, para ir al pueblo a abastecerse de las cosas más absolutamente necesarias. Su aislamiento era tal, que la gente del pueblo los consideraba algo así como ermitaños, indeseables criaturas del monte que no eran bien recibidos en la iglesia, ni en el mercado o ni en cualquier lugar público. Algunos incluso se burlaban de ellos con crueldad.

Un día sábado muy temprano, Jacinto llegó a la plaza montado en su burro viejo. Llevaba un par de gallinas para cambiarlas por víveres en la tienda de don Casimiro Díaz. Ahí estaban tomando cerveza Simón Castro y su compadre Mequías Maldonado, quienes al ver al pobre hombre entrar en la tienda pensaron que era una gran oportunidad para jugarle una buena broma.

–Quiobo, Jacinto –le habló Simón–. ¡Qué milagro verte por aquí!

–Vine a vender unas gallinitas –respondió Jacinto.

–¿Y ya te vas? ¿No te vas a echar una cerveza con nosotros?

–Es que no traigo mucho dinero.

–No te apures, hombre –intervino Mequías–; nosotros te invitamos. Don Casimiro, tráigale una cerveza fría al amigo Jacinto, por favor.

Don Casimiro, que no estaba a gusto con la presencia de Jacinto en su tienda, le llevó una cerveza caliente y dijo:

–Nomás que se la tome y que se vaya. Esta gente del monte es muy mañosa y seguido se me pierden cosas de la tienda.

Jacinto recibió la cerveza y dirigió una mirada retadora al propietario del negocio.

–No le hagas caso –dijo Simón.

–Viejo canijo; nomás porque me ve pobre me desprecia.

–Ándale, tómate la cerveza, y ya no pienses en eso.

–Oye, Jacinto –dijo Mequías–, yo quiero ayudarte, si me lo permites. Te voy a decir lo que debes hacer para ganar buen dinero y que salgas de pobre.

–A mí no me pesa ser pobre, pero cuando pienso en mi mujer se me rompe el corazón nomás de recordar que a veces se pasa toda la noche remendando sus vestidos viejos o tratando de componer sus zapatos rotos…

–Por eso, amigo. Escucha lo que te decimos y vas a ver cómo en poco tiempo te juntas tus buenos centavos.

–¿Y qué debo hacer, pues?

–Mira, viejo, lo que debes hacer es lo siguiente; pon atención: junta la ceniza del fogón de tu casa y tráela a vender con don Esteban, el panadero. Él la compra, y la paga muy bien, principalmente ahora que se acerca el día de muertos, va a necesitar mucha ceniza para hacer pan.

–¿De veras?

–Sí, hombre. Entre más ceniza le traigas mejor te la va a pagar.

Jacinto terminó su cerveza caliente, recogió sus cosas y se despidió, dando las gracias al par de bribones, que se quedaron riéndose a carcajadas de la ignorancia del pobre montaraz. Un par de horas más tarde llegó a su casa, buscó unos costales viejos que había guardado detrás de la troja y durante los siguientes días recogió hasta la última pizca de ceniza que iba quedando en las hornillas y debajo del comal.

Para el siguiente sábado había llenado dos costales de ceniza, los cargó en su burro y se dispuso a salir de madrugada para llegar temprano a la plaza y ser el primero en venderla. Rutilia, que todo el tiempo desconfió del negocio de su marido, quiso persuadirlo en el último momento:

San Pedro Cajonos, Oaxaca.

–Nadie te va a comprar esa ceniza –le dijo–. Yo nunca he sabido que se necesite ceniza para hacer pan.

–Confía en mí. Al rato que regrese te traeré un vestido nuevo.

–Qué vestido nuevo ni qué nada. Bueno, con tal de que no se te vaya a morir el burro en el camino, haz lo que te dé la gana.

Antes de amanecer, Jacinto ya estaba en el pueblo. Llegó a la casa de Esteban, donde ahí mismo tenía su panadería, y llamó a la puerta. Abrió la mujer del panadero, quien llamó a su marido y luego salió éste, extrañado de recibir a un visitante tan peculiar.

–Buenos días, patrón. Vengo a vender mi ceniza. Son como veinte kilos y ya la limpié.

Esteban, un hombre alto y muy gordo, hizo un gesto de confusión y respondió:

–¿Yo para qué quiero tu ceniza? Estás loco tú.

–Pero, señor, me dijeron que usted la compraba a buen precio.

–¿Y quién te dijo semejante pendejada?

–Don Simón y don Mequías me dijeron que…

–¡Simón y Mequías! Par de bandidos… ¿No ves que esos dos nomás andan buscando a quien hacer tarugo? Yo no compro ceniza ni me sirve de nada. Ahora vete y deja de quitarme el tiempo,

–Pero, señor… –suplicó Jacinto.

–Mira, llévate estos diez pesos para que te compres algo –respondió compadecido el panadero–, pero ya no le andes haciendo caso a esa gente descarada que nada más se burla de ti.

Jacinto recibió el dinero y se fue decepcionado y avergonzado de haberse dejado engañar tan fácilmente. Vagó un rato por el pueblo y esperó a que terminaran de instalarse los puestos de la plaza para comprarse algo con sus diez pesos. Pensó en el vestido que le prometió a su mujer, pero no le alcanzaba el dinero; quiso comprarse unos huaraches o un sombrero, pero todos costaban más de veinte pesos. En realidad no sabía qué hacer con los diez pesos que llevaba en el bolsillo. Cuando estaba a punto de irse a su casa, vio casi al final de la plaza un puesto que nunca había visto antes. Una anciana de aspecto aterrador tenía a la venta juguetes, silbatos, cohetes y disfraces de carnaval. En medio del puesto había una máscara de diablo, espantosa pero particularmente llamativa. Al verla, Jacinto creyó que si la compraba podría espantar una noche a los desgraciados que lo habían engañado, así que preguntó su precio a la anciana. “Cuesta diez pesos”, dijo la siniestra mujer, justo lo que le había dado el panadero, y no dudó en comprarla.

La decepción de Jacinto se había convertido en alegría y una especie de inocente malicia al pensar que podría desquitarse de Simón y Mequías, si los espantaba con su máscara de diablo el día de muertos. Iba caminando por la última calle del pueblo, jalando la rienda de su burro viejo, cuando vio acercarse una pequeña tropa que andaba en busca de unos bandidos.

–Oiga, señor –le dijo uno de los soldados–, ¿habrá visto pasar por aquí a dos hombres con dos caballos?

–Yo no he visto a nadie, señor.

–Bueno, sepa que son unos ladrones muy peligrosos. Si los llega a ver repórtese de inmediato al cuartel.

–Sí, señor.

Jacinto y los soldados siguieron cada quien su camino.

Cuando llegó a su casa, ya estaba pardeando la tarde. A la hora de cenar, le contó a su mujer todo lo que le había sucedido ese día: lo que le había dicho el panadero, lo del extraño puesto de la plaza, lo de los soldados… Y al final le contó de la máscara de diablo que se había comprado. Rutilia se asustó un poco cuando Jacinto se puso la máscara para enseñársela mejor.

–No seas bárbaro, Jacinto –le dijo–. Tira esa cosa; está muy fea.

Luego se fueron a dormir. Sería casi media noche cuando Rutilia se despertó; había escuchado el tropel de unos caballos acercándose a su casa. Un poco miedosa despertó a Jacinto, que estaba roncando.

–Ándale, asómate –le dijo–. No vaya a ser un alma en pena.

–¡Cómo un alma en pena! No digas locuras. Será algún viajero que se habrá perdido.

El tropel se escuchaba cada vez más cerca, hasta que se detuvo. Una voz masculina habló al otro lado de la cerca de piedra:

–Buenas noches. No se espanten; no somos ánimas del purgatorio.

Se oyeron risas. Luego habló otra voz de hombre:

–Nomás andamos buscando un lugar donde pasar la noche. Llevamos tres días de camino y necesitamos descansar y comer algo. Le pagaremos, y mañana, antes de que amanezca, nos iremos de aquí.

Jacinto creyó reconocer las voces de Simón y de Mequías, y pensó que tal vez se habían enterado de lo que sucedió con el panadero y, seguramente borrachos y sin nada mejor que hacer, habían ido a burlarse de él a su propia casa. Eso sí que no lo iba a permitir. Fue a su dormitorio, sacó la máscara de diablo y se la puso. Iluminado con la llama de un candil de petróleo, salió de su casa gimiendo y gritando para espantar a los desvergonzados. Los hombres, al ver al mismo diablo caminando hacia ellos, saltaron de los caballos y se echaron a correr sin detenerse, hasta que se perdieron en la oscuridad de la noche.

Rutilia salió del dormitorio y encontró a Jacinto riéndose a carcajadas tan escandalosas, que parecía que se iba a ahogar. A ella no le hizo mucha gracia; se acercó a los caballos para que no se fueran a escapar también, pero se dio cuenta de que llevaban una carga muy pesada, y llamó a su marido, que apenas empezaba a recuperar el aliento.

–Mira, Jacinto, estos caballos traen unas bolsas.

Jacinto se acercó a los caballos y registró la carga que llevaban. Descargó las bolsas de tela, abrió una y vio que estaba llena de monedas de plata. Además del dinero, descargó también dos carabinas, un revólver, unas espuelas, ropa y una garrafa de mezcal.

–Éstos no eran Simón ni Mequías –dijo a su mujer.

–¿Entonces quiénes eran?

Después de pensar un momento, recordó lo que le había dicho el soldado en la plaza ese mismo día.

–¡Los ladrones!

Pensó en ir al cuartel militar a dar parte a las autoridades, pero luego de reflexionar, llegó a la conclusión de que sería mejor guardar el dinero y las armas, deshacerse de las demás cosas y dejar libres a los caballos, que al fin aquellos hombres no le habían hecho nada a él ni a su mujer.

El siguiente sábado Jacinto y Rutilia llegaron muy temprano a la plaza. Compraron una canasta llena de frutas, un vestido hermoso para Rutilia, unos huaraches y un sombrero para Jacinto y una bolsa llena de pan. Simón y Mequías los vieron pasar desde la tienda de don Casimiro, completamente sorprendidos. No quisieron quedarse con la curiosidad picándoles el alma, así que alcanzaron a Jacinto y le preguntaron de dónde había sacado tanto dinero.

–Ya ven –les respondió–, vendí toda la ceniza a don Esteban y me la pagó muy bien.

Los dos bromistas se miraron entre sí; no lo podían creer. Y sin decir una palabra cada uno echó a correr a su casa.

Más tarde alguien llamó a la puerta de don Esteban. El hombre gordo y alto salió a ver quién era y encontró a Simón y Mequías completamente batidos y cargando pesados costales de ceniza. Les gritó:

–¡¿Ustedes?! Par de imbéciles…

 

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5 de comentarios

5 Comments

  1. Rogelio

    abril 28, 2023 en 9:11 am

    Muy bueno exelente cuento

  2. Isa

    enero 7, 2022 en 11:40 pm

    Muy buen cuento me gustó mucho

  3. Diana B

    agosto 11, 2021 en 1:20 am

    Increíble!Gran cuento, me encantó!

  4. Verónika N.

    enero 24, 2021 en 9:36 pm

    Excelente lección!

    • admin

      febrero 5, 2021 en 10:20 am

      Muchas gracias por tomarte el tiempo de leernos

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Arte

Levantón

«Ya va a amanecer, hijo. Hay que tratar de dormir algo, aunque sea nomás para soñar el último sueño.»

Nueva gráfica urbana en CDMX. Foto de Fernando García Álvarez.

Levantón

Víctor Salgado B.

Mira, hijo, los dos estamos metidos en este pedo, así que vas a hacer lo siguiente: te agarras los huevos y te callas. Tú fuiste el que quiso andar con sus mamadas, así que ahora aguántate.

¿Qué crees, que a mí no me dolieron los putazos? A huevo que me dieron una chinga bien sabrosa, ¿y me ves que estoy chillando? Ah, pues entonces deja de hacerle al pendejo. Ya no te muevas, cabrón, como quiera no vas a aflojar esos nudos, no es como las películas pendejas que ves en el cine. Rápido y furioso, esa mamada se la sacó del culo algún idiota con mucho tiempo libre… ¡A la verga! Sí que patea duro el pinche gorila ese; creo que me rompió una costilla o algo. ¡Puta! Me duele de a madres. Ya no te muevas, pendejo, nomás estás haciendo que se te hinchen más los putazos. A ver, acércate. ¡Acércate, mamón! Déjame ver… No, pues sí te descalabraron gacho, pinche vergazote que traes en la choya. Pero no te agüites, ya no sangra, aunque sí te va a quedar un chichón bien macizo. Estás bien morro. ¿Cuántos años tienes? ¡Diecisiete! Todavía tienes tiempo para que se te quite lo pendejo… Bueno, si salimos vivos de ésta. ¿Y por qué le entraste a la maña? Yo la neta no hallé otro jale, aquí me ofrecieron chamba de cuidador, y como estuve en el ejército, luego luego me la dieron de pistolero. Pero tú… ¡No mames! Teniendo a tus jefes, estando en la escuela, y sales con esta chingadera. Ya sé: querías sentirte bien vergas jugándole al narco. Pero pues aquí está tu pinche sueño hecho realidad…, pero ya ni llorar es bueno.

Nueva gráfica urbana en CDMX. Foto de Fernando García Álvarez.

¿Sabes qué pedo?, te pareces un chingo a mi hermano Joaquín; “el Juaque” le decíamos. Ese güey jugaba al futbol como los más chingones y las viejas lo seguían de a madres, a huevo que sí. Era mayor que yo, por eso lo respetaba y quería ser como él. Pero ya ves: yo me metí de guacho y él se clavó a la maña. Que dizque los mandaban al monte a entrenar, ¡qué pinche entrenamiento les iban a dar! A pura putiza los traían, a levantar la mota, a empaquetar, a cargar los camiones, a halconear… Y en la primera que les cayeron los guachos, a mi carnal se lo chingaron. Yo por eso deserté y me fui pa´l gabacho, hasta que me deportaron, y ya ves: aquí no hay dónde jalarle por la derecha. Vale verga, pinche país de mierda.

Yo nunca le he puesto al perico, ni a la mota, ni al cristal, ni a ninguna de esas porquerías, ¿tú sí? ¿Qué se siente? ¡No mames! Ya me imagino andar todo el pinche día bien lampareado como pinche conejo, ¡a la verga! Bueno, a la mota sí. Una vez. Iba en la secundaria. La morra que me gustaba me invitó a una fiesta, que con unos cuates bien chidos, que pura buena onda y que no hay pedo. Puro pinche morro fresa, y no faltó quién sacara un toque, un pinche güerito que se parecía a Daniel el Travieso, bien cagado el vato. Le di el jalón a esa madre, y cuando empecé a toser todos los demás se rieron de mí, hasta la morrita con la que iba, pues yo ni sabía fumar, güey. Al principio no sentí nada más que la garganta bien puteada, luego me empecé a sentir bien acá, como si todo fuera un sueño, luego me dio un chingo de sed, y después un chingo de hambre. Ja ja ja, cuando llegué al cantón mi jefa hasta se espantó, pues cómo no, si me tragué un platote de frijoles con crema y como veinte tortillas. Pero después de ahí ya nunca he vuelto a meterme nada. En el ejército te la cobran bien gacha si te agarran haciéndole a esas mamadas; por lo menos de una putiza no te salvas.

Al chile la cagaste, cabrón. ¿Apoco no sabías que la morrita traía jale con el mero chingón? ¿Qué pensaste, que nadie se iba a enterar? Pues si todo el mundo los vio cuando andaban de aquí para allá, de arriba para abajo, de motel en motel. Aunque eso sí, la chavita tiene lo suyo, está guapita; pero de ahí a que valga la pena que te cuelguen de los huevos por ese gusto, pues no, mijo. Y luego, ¿cómo se te fue a ocurrir que hablando con los tiras ibas a arreglar todo el cagadero? No, pues si te digo que pa’ pendejo no hace falta diploma. ¿Pero sabes qué pedo? A esa morra ya se la chingaron, y de seguro le fue peor que a nosotros. Yo sé cómo son de culeros estos güeyes con las rucas que les juegan chueco; a nosotros nos van a dar un pinche balazo en la sien y a la verga, pero a ellas las madrean, las violan, las rapan y las sacan encueradas a la calle para matarlas de un tiro… o a piedrazos. Dicen que una vez a una la quemaron viva en un hotel. ¿Que qué hizo? Andaba con el jefe de plaza y salió embarazada, pero no sabía que ese cabrón ya se había hecho la vasectomía. Te digo que son una mierda, y nosotros también por estar aquí con ellos. ¿Esta es la vida de narco que querías vivir? ¿Pa’ qué chingados te saliste de tu casa, cabrón? La querías, ¿verdad? Pues sí, pero ya no llores, mijo, ya no tiene caso…

Ira. Ven, acércate, güey. Aquí traigo al patrón. ¿Sí lo alcanzas a ver? Mi San Juditas Tadeo. Me lo tatuó un compita que ya está en cielo, se lo chingaron en su local hace como un año. Qué mal pedo, ese carnal no se metía con nadie, era bien tranquilo, él nada más a su chamba y ya. Yo me digo: y todos los que andan de culeros, ¿por qué a esos nadie les hace nada? El patrón siempre me ha cuidado, y si él quiso que estuviera en este momento en esta situación, cámara, no me agüito, porque por algo me escogió. Aunque digas que es mamada, cada uno de nosotros tiene su misión y su tiempo; y el nuestro, pues al chile, hasta aquí llegó.

Nueva gráfica urbana en CDMX. Foto de Fernando García Álvarez.

¿Quién me iba a decir que por tirarte el paro también yo iba a terminar en las mismas? Pero ya ni pedo, me conformo, ya sé que cuando todo esto pase voy a volver a ver a mi carnal el Juaque, que de seguro ya me está esperando allá. Nomás le pido al patrón que no me deje, que me lleve de su mano. Chale, güey, no me veas así. Sí, estoy chillando, ¿y qué? Tú también estabas chillando hace rato, ¿no, puto? Ah, pues ahí está. Y además, si lloro es porque me acordé de la jefa. Hace años que no la miro, ella no ha de saber ni siquiera si estoy vivo o muerto, y yo que pensaba ir a verla nomás que tuviera un chance, pero ya no se va a poder.

¿Y tú, no piensas en tus jefes? Han de estar bien agüitados. ¿Cómo que ni les importas? A veces uno se porta bien ojete con los padres, pero de seguro los tuyos te han de estar buscando; imagínate cómo se van a sentir cuando te tengan que ir a reconocer. Ahí está, ¿no que no? Pero ni cómo salir de ésta, mejor encomiéndate al patrón. ¿Que no crees en Dios? Pues por eso te va como te va, pendejo.

Ya va a amanecer, hijo. Hay que tratar de dormir algo, aunque sea nomás para soñar el último sueño.

¡Chst! Cállate, güey, no hagas ruido… Se oye que vienen unos cabrones; pa’ mí que andan pedos… Sí, se la han de haber pasado pisteando y polveando toda la noche… ¿Ya viste? Ya amaneció… Han de estar todos paniqueados por el perico. Hazte el dormido, y ahorita que vengan, como que no quieres, o no te puedes despertar. ¿Cómo que pa’ qué? Pues para ganar algo de tiempo… ¡Silencio! ¡Silencio! Ya están aquí…

¿Qué pedo? ¡No mamen! ¿A dónde se lo llevan? ¡Hijos de su puta madre! ¡Déjenlo, no sean culeros! ¡Hijos de la chingada, ya no le peguen! ¡Ya no le peguen! ¡Aguanta, hijo, aguanta! ¡Suéltenme, pinches perros! ¡No me dejen aquí, hijos de su puta madre! ¡Llévenme a mí también! ¡Llévenme también, putos! ¡Llévenme! ¡Llévenme también, culeros…!

¡Adiós, hijo! Adiós…

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Germán Romero Pacheco y la alquimia de las sombras

«…es un discreto paseo por el continente umbrío de una ciudad de ensueño..»

Germán Romero Pacheco y la alquimia de las sombras

Fernando García Álvarez

Las fotografías de Germán Romero Pacheco me evocan la ventisca de una tormenta oscura donde las siluetas vibran delicadamente en las tinieblas para no despertar la luz, es un discreto paseo por el continente umbrío de una ciudad de ensueño, desconocida, entrañable y anónima, terra ignota de seres indefinibles donde la vida crece a pleno sol, humeante y se recrea misteriosa en los tonos grises del blanco y negro como una sinfonía barroca de foco suave y detalles suspendidos como preguntas en fractales indiferentes, fotos hechas a veces, con tiempos de exposición lentos en un rondó delicioso que suma la suave transición de los barridos y la gama tonal en una marea de expresionismo abstracto, monocroma con destellos de frottage en el que las altas luces son breves y escasas, explosiones como gaviotas jugueteando en el espacio denso de los sólidos tonos de la penumbra como un ocaso perpetuo. Entre la sucia impureza de sus zonas blancas los protagonistas de las imágenes, inquietos consigo mismos surcan la natural armonía temática hermanada con un estilo definido a partir de una retórica visual directa, sin concesiones a las modas, pero serenamente inmersa en cierto automatismo psíquico, una invitación al deseo onírico. La fotografía otra vez convertida en un rito antiguo que atesora turbios destellos de miradas, amasijo de ojos, manos y rostros, la cámara como un alambique para extraer algunas gotas, la esencia de lo real, el lente de Germán Romero destilando perfume para los ojos, acua vitae y sus vapores para el recuerdo de mundos incomprendidos, la creación paciente y consciente como un juguete de negrura para la memoria, la resignificación del tiempo y su geografía como ejercicio estético.

En exclusiva para terciopelonegro.mx publicamos un ensayo fotográfico de Germán Romero Pacheco en el que la danza en sus diversas facetas enriquece de manera cotidiana la vida de los habitantes de esta muy noble y leal Ciudad de México.

Germán Romero Pacheco es compositor, pedagogo y fotógrafo, egresado de la U.N.A.M. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte en los períodos 2013-15 y 2017-20. En 2023 el Gobierno del Estado de Yucatán lo distinguió con la Medalla Bellas Artes.

Desde 2005 se ha interesado en la fotografía como parte de un proceso de exploración de otros lenguajes creativos. En 2020 publicó Territorio de ausencias, su primer libro sobre esta disciplina, y realizó su primera exposición individual, En su mirada. El trabajo fotográfico de Romero se caracteriza por la búsqueda de detalles que comuniquen un aspecto íntimo del sujeto fotografiado.

Actualmente es Coordinador del Área de Teoría, Análisis e Historia de la Licenciatura en Música e Innovación de la Universidad Panamericana.

 

Germán Romero Pacheco y la alquimia de las sombras

 

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La isla de los poetas locos

La poesía es la columna vertebral del encuentro…

Sesión fotográfica en el Encuentro Internacional de las Artes en la Bahía de Navachiste, Sinaloa México en 1995. Foto de Fernando García Álvarez

La isla de los poetas locos

Fernando García Álvarez

Entrevista con el poeta y promotor cultural Antonio Coronado Guerrero creador del Encuentro Internacional de las Artes en la bahía de Navachiste Sinaloa, México.

“Maestro ¿Será este el silencio el que anuncia la muerte?”

El poeta Ramsés Salanueva disertando con su mentor Guillermo H. Vera en Navachiste

El día 2 de abril del presente año 2023 dará inicio el XXVIII Festival Internacional de las Artes que comprende también el XXVIII Encuentro Interamericano de Poetas y XVIII Reunión Internacional de Escultores en Acción en la bahía de Navachiste municipio de Guasave en las costas sinaloenses. Este encuentro de creadores de arte en sus múltiples disciplinas se lleva a cabo en la paradisiaca y ahora conocida “Isla de los poetas locos”. Se trata de un campamento cultural al aire libre ubicado entre el mar, la playa y el desierto en el que se programan infinidad de actividades entre las que destacan las presentaciones editoriales, musicales, dancísticas, así como talleres, foros, exposiciones, conferencias y mesas redondas en las que la literatura y las artes son el motivo fundamental de la convivencia. Para saber más de esta increíble experiencia entrevistamos al creador de este singular y fantástico proyecto cultural, el escritor y promotor cultural mazatleco Antonio Coronado Guerrero.

El poeta y promotor cultural Antonio Coronado Guerrero creador del Encuentro Internacional de las Artes en la Bahía de Navachiste, Sinaloa, México.

Haz de saber querido lector que soy veterano, conocedor de esas ínsulas de ensueño en el mar de Cortés a las que te invito a visitar al menos una vez en tu vida, para esto es bueno saber un poco más de este milagro hecho realidad por lo que pregunto a su creador

¿Quién es Antonio Coronado Guerrero?

Antonio coronado -nos dice- es una especie de locochón porque para hacer un festival en un sitio incomunicado al que no llegan los autos, al que en pura lancha se llega hasta allá para ir a acampar, porque es un camping cultural, es un reto muy grande realizarlo y como me gustan los retos pues decidimos realizar esa aventura cultural que todavía está en marcha pues vamos por al festival número 28. Yo soy parte de este tipo de personas que imaginaron que era posible hacer un festival ahí donde todo el mundo me decía que no era posible y aquí seguimos ojalá nos alcancen las fuerzas para ver llegar al 30.

¿Como surge este festival?

Surge como una idea espontanea, no planeada. Una de las muchas veces que andábamos por la bahía, que nos íbamos de campamento un día platicando con un amigo de nombre Benito Ramírez Meza le comenté la idea de hacer un festival ahí en esa bahía porque me parecía muy bonito y el lugar prácticamente era desconocida hasta por la gente del municipio de Guasave al cual pertenece y por cierto muy mal aprovechada turísticamente. Entonces yo me dije esto merece la pena compartirlo con otra gente, esa belleza que son 23 islas e islotes. Así que le planteé a Benito un festival de poesía, porque lo concebimos primero como un festival de poetas y él me dijo: “yo creo que sería extraordinario”, pues vamos probando -le dije a ver si tenemos capacidad de convocatoria, a ver si podemos reunir, aunque sean 10 o 15 gentes para hacer un experimento primero. Eso fue en 1991 que estudiaba yo en la escuela de escritores de la SOGEM y mi amigo me siguió el rollo, él estudiaba el doctorado en Historia en el Colegio de México y empezamos a hacer propaganda enseñando las fotos de donde sería el festival y a invitar camaradas y gente que no conocíamos y así surge la idea del festival en la bahía de Navachiste con la intención de dar a conocer ese paisaje tan maravilloso que había ahí y lo otro; para ver si era posible que la gente llegara hasta ahí, entonces nos pusimos a pensar cuándo, en qué momento había que hacerlo. Después de descartar navidad y otras épocas del año pensamos en semana santa, pensamos también en el campamento y el sitio donde lo hacemos porque ahí hay agua dulce en el subsuelo, dijimos -a lo mejor podemos sacarla- porque tenemos escasez todos los años entonces pensamos también que fuera en semana santa porque la gente de todos los pueblos, ejidos, comunidades se van a acampar en Navachiste y ya con ese público cautivo es posible que vayan al festival y así fue. Como lo convocamos en semana santa la gente que va a acampar empezó a ir a ver que estábamos haciendo nosotros y lo otro es que también elegimos esa fecha porque hay unas lunas llenas muy hermosas, esa fue de manera muy sucinta la idea de porqué lo hicimos en ese momento.

¿Menciona algunos poetas que han participado en el festival?

Dolores Castro, Raúl Renán, Francisco Cervantes, Juan Bañuelos, Efraín Bartolomé, Julio Travieso, Vidal Flores, Karlos Atl, Daniel Olivares Viniegra, solo por citar algunos.

¿Cuál ha sido el impacto del festival?

Uno de los principales aportes o características del festival es multidisciplinario, para empezar, y es muy abierto, no prejuzgamos, tienen cabida todas las expresiones, también el acercar el arte a los niños  de las comunidades apartadas y de los campos pesqueros que aunque en la cabecera del municipio están presentes los eventos culturales más excelsos no van a ir porque tienen otras prioridades;  primero comer y cuesta ir a la ciudad entonces uno de los grandes aportes es ese despertar en los niños la curiosidad por el arte y eso es muy satisfactorio porque lo vemos como un laboratorio de iniciación y apreciación a las artes para mucha gente, públicos que se van formando poco a poco a través del festival.

¿A nivel político y de las instituciones culturales del gobierno que ha significado?

Las instituciones han tardado en reconocer de verdad nuestro esfuerzo, porque el reconocimiento de verdad sería que nos dieran un apoyo más sostenido y suficiente para hacer el festival. El municipio de Guasave siempre nos ha apoyado, la Universidad Autónoma de Sinaloa nos apoyó en su momento, el Instituto de Cultura del Estado de Sinaloa nos sigue apoyando, pero no con lo necesario, este festival ha dependido digamos en un 30 o 40 % de la solidaridad de los campesinos, de pescadores y particulares. Por ejemplo, los agricultores de Guasave siempre nos han apoyado con papas, calabacitas, ejotes, frijol, con todo lo que producen ellos, y los pescadores igual; llegan al festival en sus pangas y dicen: “Traigan una cubeta para que le den de comer a los poetas locos”, y nos dan por ejemplo unas 2 cubetas de pescado y el que venden nos lo dan muy barato cooperando para el festival y a muchos de esos pescadores después que terminan su jornada los ves en las noches en la fogata oyendo poesía, cuentos, música, les gusta mucho o las actividades formales se meten a veces a participar muy interesados en algo así como una conferencia sobre Bukowski o Mallarmé. En cuanto a la música y lo otro; también escuchan cosas diferentes y ven cosas muy distintas a lo que ocurre en su vida cotidiana y eso de alguna manera los transforma.

Interrumpo la entrevista para recordarle al Poeta Antonio Coronado del asombro que me provocó la participación de la comunidad indígena Yoreme con la celebración en la que realizaron la danza del venado acompañada de música tradicional producida con bules con agua, percusiones, capullos de mariposa y raspadores, esto en alguna ocasión que asistí al Festival de Navachiste en la década de los 90.

Ellos siempre están invitados- continúa- siempre van, hacen sus danzas de venado, pascola y matachín, pues en ese momento que es la semana santa coincide con sus rituales que tiene que ver con su tradición, su pasado y presente cultural profundo, el culto a sus dioses. Incluso en ocasiones se han dado talleres de cómo se realiza la Danza del Venado.

¿Qué le dirías a la gente que tiene la percepción del Estado de Sinaloa como una tierra violenta?

Que Sinaloa no es solo eso, es muchísimo más y no es privativo tampoco de Sinaloa sino que es prácticamente de todo el país pero en unos lugares se manifiesta más que en otros aunque nosotros tenemos el estigma de que aquí han nacido los principales capos del país, pero Sinaloa tiene pesca, agricultura, industria, tiene gente muy solidaria,  gente que se entrega cuando ve que alguien necesita ayuda, un ejemplo es el festival ya que en todos estos años hemos dependido de la solidaridad de sus habitantes. En los primeros años que casi no conseguíamos ningún apoyo iban de manera voluntaria a construir el campamento y las palapas a recoger leña y estaban pendientes todo el día de lo que faltaba. Y precisamente estas actividades son para contribuir al desarrollo cultural de Sinaloa, para elevar el nivel cultural y combatir de alguna manera en la medida de lo posible desde la cultura y las artes lo negativo, incluyéndolos en una visión diferente del mundo, mostrándoles otras posibilidades de ser y estar en el mundo, no solo siendo sicario o narco se puede vivir o subir en la escala social. Nuestra labor es contribuir al desarrollo social comunitario y decirle a la gente que es importante estudiar, cultivarse, desplegar la inteligencia creativa. Es posible un mundo mejor a través del arte y cultura. La poesía es la columna vertebral del encuentro pues originalmente fue concebido como un festival de poesía pero en lo inmediato se sumaron creadores de múltiples diciplinas, tomando el festival por asalto, este camping cultural de una semana y a la vez que disfrutan la magia del paisaje con una luna llena surgiendo en el horizonte, por ejemplo hacen escultura y contribuyen al desarrollo cultural de nuestras comunidades aquí en Sinaloa, son unas vacaciones culturales de una semana para los participantes.

Exposición fotográfica de las actividades realizadas en el Encuentro Internacional de Artes en la Bahía de Navachiste, Sinaloa, México en 1995. Foto de Fernando García Álvarez.

¿Cuál es el futuro del Festival?

Adicionalmente nosotros quisiéramos convertir el festival en patrimonio cultural de los sinaloenses. Que no pare cuando yo ya no esté, que el festival siga, que no muera conmigo y para eso estamos buscando la manera de lograrlo; una de ellas es tratar que los dueños del ejido nos vendan 2 o 3 hectáreas de monte detrás de la zona del estival para convertirlo en un espacio cultural en donde el Festival de las Artes Navachiste sea como la estrella para convertirla en una especie de legado permanente, con un espacio escultórico marino porque se han hecho ya casi 40 esculturas muy bellas. Pero la idea no solo es hacerlas en ese espacio sino en diversas partes de las islas de la bahía para convertirla en un gran espacio cultural que será un gran atractivo para el turismo, siendo muy benéfico para la economía de los lugareños.

¿Esto lo has planteado a las autoridades?

Sí, y me han visto como loco, como dios mira a los conejos, “¿y a este wey qué le pasa?, ¡cómo que un espacio escultórico marino!” Como que no les cabe en la cabeza poner “monos” aquí y allá (por acá se les llama monos a las esculturas) no les cabe en la cabeza a algunos, muchos pensamos que es una buena idea y tener un espacio dedicado a la cultura acá en Sinaloa es muy importante.   

A manera de colofón Toño Coronado nos da la exclusiva acerca de los planes a futuro: Yo he pensado en una casa o cabaña como en Bacalar, en donde los creadores vengan y hagan estancias de producción creativa, una casa del artista adonde por cierto periodo de tiempo, 15 días, un mes, se les pudiera atender y los artistas se comprometan a terminar una novela, hacer un mural, por ejemplo. Ojalá ahora que tenemos como gobernador del estado de Sinaloa al Dr. Rubén Rocha Mora nos dé el apoyo necesario para esta noble tarea, le voy a plantear el proyecto a ver qué piensa de esto. Es importante destacar que más dinero se requiere voluntad política porque a veces algunos burócratas de la cultura no ven o escuchan con atención lo que se les propone desde la comunidad, solo siguen el rollo creen que estamos locos y es que la gente normal solo hace cosas normales.

Así es como, querido amigo lector te invito a participar del increíble XXVIII Festival Internacional de las Artes en la bahía de Navachiste al que es muy fácil llegar, incluso para los habitantes del centro y sur del país sale un autobús de la Ciudad de México que te lleva directo y traerá de vuelta al termino del festival, para mayores informes comunícate con Anastasia Huautla a los teléfonos 5526355083, 5554791504 y 5527380220 correo electrónico festivalnavachistedf@gmail.com

También puedes comunicarte con los organizadores a los teléfonos 6871065568, 6671630452 y 6672538167 correo electrónico antoniocoronadoguerrero@gmail.com y taniacc21@hotmail.com

Por allá nos vemos, sí me encuentras te invitaré a mi fogata para escuchar el canto de las sirenas mientras aparece la luna llena en el horizonte y la resplandeciente espuma del mar florece silenciosa. Para mayor información puedes consultar la página Fundación cultural Navachiste en Facebook.

 

 

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