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Educación

Literatura para jóvenes

Actualmente sucede un fenómeno curioso con respecto a la lectura, difícilmente se disfrutan libros de más de cien páginas…

Literatura para jóvenes
Jaquelina Rodríguez Ibarra

A principios del verano me inquietó una situación particular, debía preparar el curso de literatura española para jóvenes de preparatoria y no tenía idea cómo empezar y qué lecturas hacer. Le he dedicado algunos años de mi vida a la enseñanza de la literatura universal e iberoamericana, pero la española, aunque no deja de ser universal, la había dejado al margen de ciertos intereses docentes. Así pues, me dispuse hacer la búsqueda bibliográfica necesaria. He de confesarles, que aunque me queda claro que el gusto por la literatura nace en casa, y la escuela no es precisamente el géiser de las bellas artes, procuro elegir textos con los que los alumnos se puedan identificar, generalmente breves, con el afán de que no desdeñen la literatura y la califiquen de aburrida o desagradable.

Actualmente sucede un fenómeno curioso con respecto a la lectura, difícilmente se disfrutan libros de más de cien páginas, la inmediatez orilla a que las lecturas tiendan a ser breves y rápidas, en Internet por ejemplo, solemos no terminar la lectura de un texto porque antes de que este termine y desde el primer párrafo van apareciendo los link que te llevan a más información, la Rayuela del siglo XXI; tampoco se disfrutan las historias complejas en su estructura y contenido, suelen llamaras aburridas porque no logran entender su complejidad. Ante previa evaluación, me pregunté, qué podrían leer los jóvenes de 4to de preparatoria cuyos intereses por la lectura son tan singulares, Stephen King, Crepúsculo, Los juegos del hambre, Bajo la misma estrella, es decir suspenso, terror, violencia y romance con final feliz. ¡Vaya gama de contenidos! ¿no? No comprendo muy bien este asunto, porque gustan de cierto suspenso combinado con suma violencia, y a la vez disfrutan de los arquetipos tele novelescos, es decir protagonistas guapos, valientes y triunfadores que indudablemente llevan a un final feliz. Las historias complejas los confunden y aburren, obviamente éstas requieren más atención. Me esperaba, entonces, una tarea difícil.

Después de una minuciosa investigación en varios suplementos culturales e infinitas páginas de Internet, ¡eureka!, la lista de escritores españoles del siglo XX y XXI era lo suficientemente extensa como para pasarme unas vacaciones dedicadas completamente a la lectura. Así fue, un día llegué a casa no con la lista en mano, sino con los propios libros, y me dispuse a disfrutar de unas largas y tranquilas vacaciones hogareñas y citadinas, mientras mis compañeros de docencia disfrutaban de la campiña francesa, del Mediterráneo, el Big Ben y de las alturas de la ciudad cielo Machu Picchu.

Durante los primeros días de lectura pude constatar las exquisitas escenas eróticas propias de la literatura de Almudena Grandes. En la propia Almudena y otros escritores más me enfrenté de nuevo a la ansiedad y el dolor de los años de la posguerra española.

Me reí de nuevo y no dejé de pensar en El complot mongol y Asalto al infierno, cuando leía a Eduardo Mendoza y sus clandestinas aventuras. Con Pérez Reverte, viví lo que mis alumnos al leer un libro de más de 100 páginas, no ver el final de la novela. Entre los títulos y autores que me arrojó mi búsqueda, encontré el de Ginés Sánchez, español nacido en Murcia hace más de 40 años, y con una ópera prima “que deja un recuerdo prolongado y amargo”, el título: Lobisón. Estaba segura de que esta historia podría gustarles a los jóvenes, porque al leer la contraportada me llamó la atención aquello de ser una historia narrada por un adolescente, así que pensé podría ser un punto atractivo para mis alumnos, el espejo donde pudieran reflejarse. El punto de vista del narrador era justamente el de un adolescente lobo y además una historia reciente, ubicada en nuestro tiempo. El hombre lobo, la adolescencia y la actualidad fueron los elementos para elegir a Lobisón como una de las lecturas obligatorias del curso. Previo a la lectura pensé que si los jóvenes mueren por historias de suspenso y seres sobrenaturales como los vampiros, ésta sería de su agrado.

Inicié pues la lectura y conforme avanzaba en ella me encontré con una, casi infranqueable, dificultad: la censura. Esta novela no finge ni engaña, no pinta de rosa la sangre derramada en los tiempos violentos en que eternamente vive la humanidad.¿Era mi propia censura o el temor a la opinión de los otros adultos con los que convivo cotidianamente? Porque algo tiene esta novela que la hace diferente a sus pares.

Cuando leí por primera y única vez Los juegos del hambre, creí que los padres de mis alumnos desconocían la trama de la novela, me sorprendí cuando me enteré que conocían la trama a través de la película que me han dicho no dista mucho del texto escrito; y digo me sorprendí porque Los juegos del hambre –demasiado pobre en comparación a la historia japonesa cuya historia es muy semejante- es una novela violenta donde se victimiza a la juventud y de cuya muerte se hace un espectáculo; es una historia que gira en torno al exterminio de los jóvenes –situación finalmente acorde con la sociedad, los jóvenes ayer y hoy, en guerra, son la carne de cañón- por parte de una sociedad autoritaria y enferma, ¿qué piensan los padres de que sus hijos lean tales actos tan violentos contra sí mismos?, ¿acaso los padres querrán que sus hijos corran esa misma suerte?¿Qué pueden aprender o ganancia recibir conque una vez más jueguen a que el bien siempre gana?

La novela en cuestión trata sobre la maldición legendaria que cae sobre el séptimo hijo, cuyo destino será convertirse en hombre lobo; sobre la lucha del padre perverso y enloquecido en busca del sino de su hijo; trata de la vida, pero también del desafío a la muerte transgrediendo las más simples leyes de la existencia; trata el abuso a la inocencia y la violencia al desvalido. Visto de esta manera pensaríamos que Ginés Sánchez expone la ficción retorcida y cruel de una realidad presente y repulsiva del siglo XXI. Entonces mi pregunta ¿es apta para la juventud?

Conforme avanzaba, empezó mi lucha interna entre el eros y el tánatos, me parecía que la historia del adolescente en proceso de convertirse en hombre lobo podía gustar y ser atractiva para cierto sector juvenil, sin las típicas escenas de terror y suspenso que hacen gritar de susto y abrazarse para sentir el alivio de estar a salvo, aunque sí hay en la trama el suspenso por saber la salvación del protagonista a tan desagradable destino; no aquel de convertirse en hombre lobo, sino el otro, el de sobrevivir a la marginación y desprecio del odio, la ignorancia y la ambición; veía en esta parte la posibilidad de conocer y entender al mundo en el que vivimos; sin embargo, la otra parte, la parte conservadorala que teme la opinión ajena, me decía que la novela era violenta y podía distorsionar la recepción en cualquier lector. Esta situación me hizo recordar otra leyenda que peregrina en la literatura, la leyenda de Fausto, individuo que vende su alma al diablo a cambio de poder. También llevada al cine en versiones muy personales, en las que se rescata la tradicional lucha entre el bien y el mal. Este era mi dilema, la lucha entre el bien y el mal, o el diálogo entre ambos. Así Lobisón, podría leerse como una versión más de un ser legendario, sin embargo, lo que la convierte en única e impactante no es el juicio entre el bien y el mal, sino la violencia social con la que es abatido el personaje protagónico, un joven con rasgos visiblemente autistas y condenado a la marginación por ser el séptimo hijo. Adrián, el protagonista, es víctima de abuso no sólo de sus compañeros de escuela sino por su propia familia quien lo rechaza, golpea y obliga a violentar la naturaleza.

Esta violencia es una constante en la novela de Ginés, sin ser exactamente el eje de la historia, es lo que la sostiene y le da vida. Pero esta violencia es obvia y explícita, es lo que probablemente la convierte en una novela políticamente incorrecta, porque se atreve a describir el aborto, porque se atreve a narrar la desinhibición del placer sexual porque expone al ser humano que no sabe frenar sus instintos naturales. Es decir, transgrede las leyes del autoritarismo social que vivimos hoy en día y, sin embargo, es acertada. Pienso que, ninguno de estos libros o temáticas, van a orillar a los jóvenes a actuar negativamente más de lo que los orillan los videojuegos, las calles, la televisión y la realidad misma. ¿Qué valida el derecho a matar? ¿En qué estriba el derecho a la vida? ¿Cómo aceptar las estrategias de supervivencia? Nuestra búsqueda es pues, sobrevivir no sólo a la muerte sino a la vida misma. La muerte significa el fin de uno mismo, el fin del yo, y la agonía del recuerdo.

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  1. María

    diciembre 8, 2020 en 8:27 pm

    Muchas felicidades, me gustó lo que escribiste, es nuestra realidad

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Educación

Soltar el pasado, vivir el presente y construir el futuro

“La única manera de predecir el futuro es crearlo”

Óleo sobre terciopelo, arte tradicional ruso. Foto de Fernando García Álvarez

Soltar el pasado, vivir el presente y construir el futuro

“La única manera de predecir el futuro es crearlo”

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

Como estamos en la época de fin de año, muchas personas hacen una evaluación acerca de cómo les fue en el año transcurrido.

Quizá ayuden algunas reflexiones que hice al respecto en el programa “Exclusivo para hombres, que a las mujeres les interesa” en donde he colaborado durante diez años y que se encuentra interrumpido actualmente.

Primeramente, es conveniente señalar -como resumen- que el pasado, lo que hicimos, son las consecuencias del ayer; el presente, lo que hacemos, es la importancia del hoy; y el futuro, lo que haremos, es la trascendencia del mañana.

Pasado

Existen dos clases de pasados: el inconsciente y el consciente.

Pasado inconsciente

El pasado inconsciente nos condiciona por lo vivido de los cero a los cinco años aproximadamente y que quedó reprimido. Es lo vivido, pensado y sentido en la infancia.

Ese pasado inconsciente:

  • Determina la estructura clínica de cada sujeto: es la manera de ser.
  • No puede recordarse.
  • Se manifiesta en síntomas, sueños o actos fallidos.
  • Síntomas: se repiten patrones de conducta sin saber la causa (por ejemplo, elección amorosa constante de un determinado tipo de personas); “ataduras edípicas” (por amor excesivo a la madre) por lo que no logran salir del hogar materno, muestran consistentemente insatisfacción con la mujer amada o no se casan; culpas inconscientes (muchas veces manifestadas en compulsiones de limpieza exagerada), fracasos recurrentes, accidentes repetitivos, traumas (por ejemplo, por acosos o abusos sufridos en la infancia).
  • Sueños: muchos de ellos remiten en su interpretación a la infancia: la mayoría de gigantes, monstruos o brujas representan el miedo al padre o a la madre a los que se percibió de ese modo en los primeros años.
  • Actos fallidos: como lapsus, olvidos, errores, etc.

Por ello, en psicoanálisis se trabaja para que infancia no sea destino inevitable.

Debemos recordar que el psicoanalista Jacques Lacan acertadamente señaló que “de lo que se trata es menos de recordar que de reescribir la historia”.

Pasado consciente

El pasado consciente consiste en aquello que recordamos de situaciones o eventos agradables o desagradables (y hasta traumáticos) vividos, pensados o sentidos en la infancia, niñez, adolescencia, juventud o adultez.

Algunos ejemplos conscientes desagradables: fracasos escolares, carencias económicas, terminaciones amorosas, celos patológicos, errores, resentimientos.

El pasado consciente puede soltarse.

Reflexiones para soltarlo:

  • Vivir anclado en el pasado significa estar viviendo poco.
  • Vivir de los recuerdos es limitarse.

Medidas prácticas para soltar el pasado

  • Desechar culpas inútiles. No atormentarse por lo que ocurrió.
  • Procurar ser indiferente con los que te hicieron daño o lo que te hizo mal. Freud escribió que lo verdaderamente contrario al amor no es el odio sino la indiferencia, es decir, que la persona o asunto que te hicieron daño dejen de importarte. No puede olvidarse, pero sí que ya no incomode. En otras palabras, puede resignificarse: darle otra significación.
  • No perder tiempo en problemas pasados.
  • Centrarnos en el presente y disfrutarlo.
  • Actividad en lugar de pasividad.
  • Encontrar un sentido o proyecto de vida.

Como dice Lacan, inspirado en el filósofo Baruch Spinoza: “el deseo es perseverar en nuestro ser”; y, yo diría, en el ser: lo que significa que suceda lo que suceda, hay que seguir adelante. Es nuestra fuerza de existir, el ímpetu hacia algo.

Pintura decorativa en samovar, arte tradicional ruso. Foto de Fernando García Álvarez

Presente

Un buen presente crea un buen futuro.

Es la única realidad que tenemos a nuestro alcance ahora.

Hay que vivirlo:

  • Con plenitud (completo): disfrutar y aprovechar el aquí y el ahora. Ayuda pensar el dicho latino Age quod agis: Haz lo que haces.
  • Con intensidad: en los diferentes aspectos: amor, trabajo, sexualidad, conocimiento, diversión, ejercicio, deporte o placer de comer y beber, siempre con moderación.

Recomendaciones

  • Tener el gusto de vivir: el optimismo es una buena estrategia. También ayuda reír.
  • Enfocarse en lo actual: el momento es ahora.
  • Aceptar límites, no limitaciones: “Ser psíquicamente sano significa vivir relativamente feliz consigo mismo reconociendo y aceptando límites”, escribió el psicoanalista Juan David Nasio.
  • Ofrecer o dar más calidad que cantidad.
  • Sacar el máximo provecho de hoy: trabajo, escuela, amor, etc.

Futuro

Reflexiones

  • Hay que comenzar hoy, no mañana.
  • “La única manera de predecir el futuro es crearlo”

Cómo construir un buen futuro

Hay que cuidar o invertir en tres aspectos:

  • Organismo
  • Fomentar el ejercicio y la buena alimentación.
  • Dormir suficiente.
  • Cuidarlo de abusos o excesos de tabaco, alcohol, drogas, etc.

De otro modo, el mañana puede ser complicado.

  • Mente
  • Preparación en la carrera universitaria, la profesión u ocupación.
  • Tener hobbies o aficiones.
  • Ser mentalmente sano; o invertir en terapia, si es necesario o conveniente.
  • Economía
  • Elaborar planes a corto, mediano y largo plazos.
  • Tomar decisiones financieras inteligentes que den estabilidad y seguridad en el futuro; por ello, es mejor dar un enganche para un inmueble que comprarse un automóvil de lujo.
  • Ahorrar, si se puede.
  • Buscar un plan de pensión.

Resumen:

Recomendaciones:

  • Pasado: Reescribir la historia.
  • Presente: Vivirlo con plenitud e intensidad: “vivir intensamente”.
  • Futuro: Comienza hoy, no mañana.

“Vivir anclado al pasado significa estar viviendo poco”

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Educación

¿Cómo se interpreta un sueño en psicoanálisis?

Al dormir “se relaja la censura, se ponen en escena ciertos anhelos reprimidos que no aparecen en la vigilia.»

Arte callejero en la Ciudad de México, foto de Fernando García Álvarez.

¿Cómo se interpreta un sueño en psicoanálisis?

Parte 1

“Después de un trabajo de interpretación

el sueño se da a conocer como un cumplimiento de deseo”

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

Siempre ha existido la curiosidad por descifrar los sueños. A lo largo de la historia se ha sospechado que quieren decir algo, que tienen un “saber”.

En la Biblia se menciona el caso de José que explica un sueño al faraón de Egipto sobre siete vacas gordas que son comidas por siete vacas flacas como siete años de abundancia a los que seguirán otros siete de hambre. Hoy en día existen numerosos libros en donde se afirman simbolismos de manera categórica: si soñaste esto significa que…

Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, afirma que los sueños tienen un sentido y son la vía regia para acceder al inconsciente. Así lo sostiene en su libro La interpretación de los sueños, escrito hace más de ciento veinte años. Lo dice de este modo: “Fue en el invierno de 1899 cuando ante mí tuve al fin mi libro La interpretación de los sueños, postdatado para que apareciese como del nuevo siglo”[1].

¿Qué es interpretar?

Un aspecto fundamental en la cura psicoanalítica es la aportación de interpretaciones.

El psicoanalista interpreta cuando expresa algo que modifica algún modo de ver consciente y cotidiano del analizante (hablamos de analizante y no de paciente ya que la persona que analiza con ayuda del psicoanalista es la que está enfrente o recostada en el diván).

Freud distingue entre contenido manifiesto del sueño, que es lo que recordamos, y contenido latente, que es lo que llegamos a conocer con la ayuda de la interpretación psicoanalítica.

Es necesario interpretar el sueño manifiesto para hacer surgir el contenido latente. “Interpretar un sueño significa indicar su sentido […]. Después de un trabajo de interpretación el sueño se da a conocer como un cumplimiento de deseo”[2].

O dicho más adecuadamente, el sueño es el intento de un cumplimiento de deseo.

El sueño como cumplimiento de deseo

Para explicar el cumplimiento de deseo, como la operación esencial del trabajo del sueño, Freud[3] da tres ejemplos: “un sueño de hambre, uno de comodidad y uno de necesidad sexual. En el soñante, dormido, se anuncia una necesidad de comer, sueña con un soberbio banquete y sigue durmiendo. Desde luego, tenía la opción entre despertarse para comer o continuar su dormir. Se decidió por esto último y satisfizo su hambre mediante el sueño. Al menos por un rato; si el hambre persiste no tendrá más remedio que despertar. El otro caso: el soñante (es médico y) debe despertarse a fin de encontrarse en la clínica a cierta hora. Pero sigue durmiendo y sueña que ya está ahí, es verdad que, como paciente, y entonces no necesita abandonar su lecho. O bien por la noche se mueve en él la añoranza de gozar de un objeto sexual prohibido, la esposa de un amigo. Sueña que mantiene comercio sexual, no con esa persona, ciertamente, pero sí con otra que lleva igual nombre, por más que ésta le resulta indiferente”.

Al dormir “se relaja la censura, se ponen en escena ciertos anhelos reprimidos que no aparecen en la vigilia. Retorna lo reprimido en el sueño, que es la realización de un deseo reprimido que busca así su satisfacción, incluso en los sueños angustiosos”[4].

Arte callejero en la Ciudad de México, foto de Fernando García Álvarez.

 Una pesadilla

Ante la objeción de que no puede haber un cumplimiento de deseo en los sueños que producen angustia, en las famosas pesadillas, podemos mencionar lo que Safouan narra sobre un niño que soñaba repetidamente, con angustia, con un lobo que se paseaba afuera de su habitación. Enfrente dormía su madre. El padre había estado ausente varios meses por motivo de trabajo. “Bastó con que ese padre regresara a casa, y volviera al cuarto con la madre, para que las pesadillas desaparecieran”[5].

Es decir, el niño ya no necesitaba soñar un terrible lobo que lo separara de una relación excesivamente cercana a la madre, ya que el padre ahora cumplía adecuadamente la función paterna y ubicaba a cada uno en el rol que le correspondía. A pesar de la angustia que generaba el sueño, había un cumplimiento de deseo.

¿Todos soñamos?

Efectivamente todos soñamos; sin embargo, por el trabajo de la censura muchas veces no recordamos los sueños. Las personas menos rígidas los recuerdan más fácilmente.

 ¿Existen símbolos universales?

Para Freud existen significaciones colectivas que comparte todo mundo.

Sin embargo, precisa bien: “Pero al mismo tiempo quisiera advertir de manera expresa que no debe exagerarse la importancia de los símbolos para la interpretación de los sueños […] desechando la técnica que recurre a las ocurrencias del soñante”[6].

En el psicoanálisis no se trata de hacer un diccionario universal de símbolos o claves que permitiera traducir todos los sueños. Si no se han producido las asociaciones del analizante no es posible hacer una interpretación.

De hecho, Freud llamó “psicoanálisis silvestre” a la tendencia de realizar interpretaciones prematuras, mal elaboradas o realizadas cuando el analizante no estaba preparado para aceptarlas.

 

CONTINUARÁ

[1] Sigmund Freud (1899), ”La interpretación de los sueños” en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, Tomo 4,  p. 5.

[2] Sigmund Freud, op. cit., Tomo 4, pp. 118 y 141.

[3] Sigmund Freud, op. cit., Tomo 23, p. 168.

[4] Cristina Fontana, Todo lo que nunca quiso saber sobre el psicoanálisis, Madrid, Editorial Síntesis, 2001, p. 42.

[5] Cristina Fontana, op. cit., p. 43.

[6] Sigmund Freud, op. cit., Tomo 5, p. 365.

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Educación

No existe el subconsciente

¡Te traicionó el inconsciente!

Ilustración de Fernando García Álvarez.

No existe el subconsciente

Para Freud, no existe nada debajo de la consciencia

El prefijo griego sub significa `abajo´

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

¡Lo traicionó el subconsciente! es una expresión que escuchamos con frecuencia. Y quienes la afirman creen que es una buena aplicación de un término psicoanalítico.

Sin embargo, el subconsciente no existe en la teoría freudiana.

De hecho, Sigmund Freud usó muy pocas veces la palabra subconsciente como sinónimo de inconsciente.

Era un término que se usaba en la psicología y psicopatología en esa época, es decir, antes de 1900. No obstante, el creador del psicoanálisis abandonó muy pronto su uso.

Únicamente dos citas en Freud

En su artículo “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas”, redactado en francés en 1893, se encuentra una única cita. Allí escribe acerca del recuerdo de las impresiones psíquicas: “La imposibilidad de la eliminación es notoria cuando la impresión permanece en el subconsciente”[i].

En el libro Estudios sobre la histeria, escrito junto con Joseph Breuer de 1893 a 1895, aparece en una ocasión en el “Historial clínico de la Sra. Emmy von N.” en donde Freud habla de “fragmentos del complejo subconsciente”[ii]; aunque es preciso aclarar que el término subconsciencia o subconsciente es usado en diversas ocasiones en la llamada “Parte teórica”, pero que fue escrita por Breuer.

Rechazo del concepto y el término subconsciente

Muy pronto Freud rechaza el uso del término subconsciente. Encontramos en sus obras cuatro menciones específicas de rechazo:

1.En la interpretación de los sueños (1900)

Así en su libro La interpretación de los sueños lo dice tajantemente: “Debemos evitar la distinción entre supraconsciencia y subconsciencia, a la que es tan aficionada la literatura actual sobre las psiconeurosis, ya que esta distinción parece insistir precisamente en la equivalencia entre el psiquismo y la consciencia[iii].

2.En lo inconsciente (1915)

En su libro Lo inconsciente, Freud[iv] insiste al decir: “no nos prueba la existencia en nosotros de una consciencia segunda, sino la de actos psíquicos que carecen de consciencia. Podremos también rechazar la designación de “subconsciencia” por incorrecta y descaminada”.

Ilustración de Fernando García Álvarez.

3.En la conferencia “resistencia y represión” (1917)

En la decimonovena de sus Conferencias de introducción al psicoanálisis Freud[v] le dice a su auditorio: “Me gustaría oír de ustedes la admisión de que nuestras designaciones ` inconsciente, preconsciente, consciente´, son mucho menos perjudiciales y de justificación más fácil que otras que se han propuesto o han entrado en uso, como “subconsciente, paraconsciente, intraconsciente, y similares”.

4.En ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (1926)

Para el descubridor del psicoanálisis, pues, no existe nada debajo de la consciencia lo cual es expresado por el prefijo griego sub (`abajo´), por lo que rechaza el término subconsciente.

De este modo en su libro ¿Pueden los legos ejercer el análisis? el médico vienés[vi] es sumamente claro: “Cuando alguien habla de subconsciencia, yo no sé si, tópicamente, mienta algo situado en el alma por debajo de la consciencia, o, cualitativamente, una consciencia otra, por así decir subterránea. Es probable que ni él mismo tenga una idea clara. La única oposición admisible es la que media entre consciente e inconsciente”.

Conclusión

Como hemos podido apreciar, Freud se opone abiertamente al concepto y al término subconsciente por lo que, cuando escuchemos que alguien nos diga: ¡Te traicionó el subconsciente!, podemos tener la certeza de que esa persona no ha leído con detenimiento al creador del psicoanálisis. Tendría que haberte dicho: ¡Te traicionó el inconsciente!

Aclaración

Con objeto de que haya más claridad, me he permitido escribir los términos de acuerdo con las directrices de la Real Academia Española: consciencia: ` percepción o conocimiento´ (es el sentido de la teoría freudiana); conciencia: `capacidad de distinguir entre el bien y el mal´ (sentido moral).

“El adjetivo correspondiente, en todos los casos, es consciente, y su antónimo, inconsciente. No son correctas las formas conciente ni inconciente[vii].

[i] Sigmund Freud (1893), “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas” en Obras completas, Tomo I, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, p. 209.

[ii] Sigmund Freud (1893), “Estudios sobre la histeria” en op. cit., Tomo II, p. 89.

[iii] Cfr. Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona, Editorial Labor, 1971, p. 414.

[iv] Sigmund Freud (1915), “Lo inconsciente”, en op. cit., Tomo XIV, p. 167.

[v] Sigmund Freud (1917), “Conferencias de introducción al psicoanálisis” en op. cit., Tomo XVI, p. 271.

[vi] Sigmund Freud (1926), “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” en op. cit., Tomo XX, p. 185.

[vii] Cfr. Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Diccionario panhispánico de dudas, Bogotá, Distribuidora y editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A., 2005, p. 158.

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