Blog

Laura

Nada es lo que aparenta…

Desfile de alebrijes en la Ciudad de México. Fotografía de Fernando García Álvarez.

 

Laura

Claudia Marcela Rangel González

Laura estaba tranquila en la cafetería cuando de pronto un fotógrafo de imprevisto disparó su flash ante ella inmortalizando su cara. Laura pensaba en el día de ayer, con el codo recargado en la mesa y su cara posada sobre su mano derecha. Pensaba en que a pesar de que tiene 24 y 2 meses, aparenta 30. Se dejó llevar por las promesas de un mejor futuro que le avecinaban al adquirir un nuevo trabajo en el extranjero, y en menos de dos meses aquellas ilusiones se desvanecieron cual humo, sumando 6 años a su rostro y dejando huellas imborrables donde su cuerpo no recibe el sol.

El vestido Chanel que ahora porta y los aretes negros que cuelgan de sus orejas fueron el pretexto. Aquellos regalos que le dieron en garantía de un futuro mejor, en este momento la acompañan. El vestido se arruga dibujando las flexiones de su cintura. La parte posterior de la falda contiene las arrugas de cada lugar donde ha reposado y los rubíes opacos que parecen estrellas, penden de un cuerpo maltratado. Laura ha tomado su cabello rápidamente en un chongo ligeramente despeinado, y éste delata lucha. Su mirada perdida en la nada y el esbozo de una sonrisa nos cuentan una historia. Ayer Laura luchó y no sabe si ganó. Laura jamás había pensado que matar era algo bueno, pero ayer Laura mató. Asesinó premeditadamente a su captor a cambio de su libertad y la pequeña sonrisa que esboza, es la sonrisa de la justicia. En su ojo derecho, se asoma una lágrima, pero sabe que ni con lágrimas lavará su alma para poder ser la misma y prefiere la sonrisa. Antier veía la libertad incierta, pero ayer con la pistola entre sus manos, decidió hacerse libre. Le disparó a quemarropa a su secuestrador y salpicada de sangre, se desnudó frente al cadáver cual muda de piel la víbora, tomó una toalla, la humedeció en el baño temblando, y frente al espejo se limpió con desprecio las manchas rojas que salpicaban su cara, cuello y brazos. Fríamente se vistió de la promesa Chanel que la llevó allí y se colocó los pendientes de rubí que dieron inicio a su calvario.

Ilustración de Fernando García Álvarez.

Las marcas que ahora vemos en su bello rostro son las marcas que deja la trata de personas. Cada pequeña línea que se dibuja sobre su delicada piel, es marca del envejecer de su espíritu. Del abandono de la mente de su cuerpo mientras la poseían aquellos lujuriosos amantes, que aún no han logrado borrar el rostro altivo y juvenil de Laura.

Hoy Laura al fin, se encuentra inmortalizada en una bella foto en París. El fotógrafo no conoce su historia. Piensa que es una dama hermosa, incapaz de matar. Le entrega su fotografía buscando una propina y ella se observa a ella misma y rompe en llanto. El fotógrafo sin saber por qué, trata de consolarla con sus palabras, agita las manos queriendo atraer su atención y en ese momento cae de su carpeta una foto que Laura al mirarla siente como si una aguja le atravesara del pecho hasta la columna. Se limpia las lágrimas y el moco apresuradamente con su mano derecha, mientras se coloca de cuclillas para recoger aquella imagen. Levanta con delicadeza la foto y los reconoce: es nada menos que el “disque matrimonio” que la sedujo hasta Caraway donde estuvo secuestrada. La foto no es más que un infortunio de la casualidad; Collete y Belmont se encuentran plasmados allí. Laura incrédula y temblorosa, se incorpora y regresa a su silla y observa a Colette un poco más joven, con una mirada sumisa, que parece ser incapaz de matar una mosca. Pero el colguije en su cuello (característico de Colette), refleja sus intenciones. Es una mano negra empuñada que parece golpear o aplastar colgada de una gruesa cadena. Collete ha recibido en su cara ese puño y ha sido un puño aplastante para alguien más. A su lado posando se encuentra su hermano Belmont, que ni en fotografía puede ocultar en su horrible cara, el desprecio ante los demás. En su ojo derecho entrecerrado existe una mirada que agusana y escarba en lo más profundo del alma para obtener algún beneficio. Su mano izquierda, contiene el puño que acostumbra mantener en la mano derecha, y se recarga trágicamente frente al seno de Colette.

Después de mirar durante algunos minutos la fotografía, Laura nuevamente ríe, pero ahora a carcajadas, el fotógrafo desconcertado, no entiende. Laura lo mira seductoramente, le acaricia el rostro áspero y desgarbado, le acomoda suavemente el cabello detrás de su oreja y le susurra al oído con una voz femenina e intimidante: “nada es lo que aparenta”.

2 de comentarios

LO MÁS LEÍDO

Copyright © 2021 Terciopelo Negro prensa libre. Hecho por Proyecta 360º.