Educación

El automóvil y su relación con el inconsciente

«…la relación entre el hombre y el automóvil es motivo de una gran cantidad de identificaciones y proyecciones…»

El automóvil como ícono en las representaciones del arte popular. Nacimiento navideño de madera policroma, México. Fotografía de Fernando García Álvarez.

El automóvil y su relación con el inconsciente

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

¿Es el vehículo parte de la familia? ¿Se le trata como a una persona?

El hombre cansado dice que «va a cargar baterías»; en la depresión «la batería está baja»; al hombre agredido con un arma puntiaguda «le midieron el aceite»; el hombre ansioso «está revolucionado»; el oficinista se sirve su «gasolina» (café) para empezar el día; la persona obesa tiene «llantas» en el cuerpo.

     Creo que no existe frase más ilustrativa que aquélla leída en un camión de redilas y que, según me dicen, se escucha en una canción moderna: ¡morena, color de llanta, ya llegó tu rin cromado!

     Al respecto Fernando Dogana1 sostiene que, si escuchamos con detenimiento las diferentes expresiones que se hacen sobre las personas, caeremos en la cuenta de que se ha mecanizado al hombre atribuyéndole las características del automóvil.

     Por el contrario, el automóvil ha sido humanizado.

     Por la vía de la proyección, ha sido considerado como un ser humano, como un organismo viviente2: se le da un nombre (por ejemplo, Herbie), se le habla como a una persona, se piensa que sufre (en cuántos vehículos encontramos los letreros: “me venden” o “ya lávame”), el hombre se encariña con él, el coche «se acostumbra a la mano del dueño», se dice: llegó un Mondeo en lugar de llegó una persona en un Mondeo. La publicidad menciona que determinado acumulador es el “alma del automóvil” o que el aceite de tal marca es como “sangre nueva para su motor”.

     Es decir, la relación entre el hombre y el automóvil es motivo de una gran cantidad de identificaciones y proyecciones3 y es muestra de diversos rasgos de personalidad.

     Además, el automóvil produce un fuerte impacto psicológico en cada individuo de nuestra sociedad. Más que un medio, el automóvil se ha convertido en un símbolo: de pertenencia a un grupo, de adultez., de status económico, etc.

     Tan significativo se ha vuelto el automóvil para el hombre contemporáneo que algunos psicólogos han concluido, por el examen de dibujos infantiles y de sueños, que el automóvil con mucha frecuencia simboliza al cuerpo humano: las ruedas serían las piernas; el volante representaría el genital masculino, etc.

     Es un hecho muy conocido que muchas personas en cuanto conducen un automóvil se transforman en otras. Por ello, la pregunta que nos hacemos es: ¿qué es lo que sucede en la mente de un individuo que entra en un vehículo y se pone al frente de un volante?

     Parece ser que se activan diferentes mecanismos psíquicos: por ejemplo, puede haber una conducta de regresión, lo cual implica un incremento del narcisismo (amor exagerado por sí mismo) y de agresividad4.

     Esa regresión provoca una sensación de omnipotencia, por un lado, y de pasividad, por otro. Hay la impresión de ser más libre, más poderoso, de realizar deseos y fantasías, pero también un estado de pasividad, de comodidad. En ocasiones el individuo llega a sentirse como un bebé en la cuna.

El automóvil como objeto digno de preservarse en la historia. Fotografía de Fernando García Álvarez.

     Y una de las características del aumento del narcisismo es una menor tolerancia a la frustración. Por esto se activa la agresividad latente en algunos individuos: así, se insultará con el claxon, se evitará ceder el paso o se rebasará provocativamente.

     El doctor Jean Rosenbaum5 considera que el automóvil constituye una extensión y expresión de la personalidad y que se ha convertido en un instrumento por el cual el hombre manifiesta sus fantasías y domina a la naturaleza.

     Por ello, cuando se elige un auto se compra algo más que un medio de transporte. Se revelan diferentes rasgos de personalidad.

     Aunque nunca debe generalizarse y cada caso debe ser revisado individualmente, parece ser que un individuo un tanto tímido o introvertido se inclinará por autos pequeños: no querrá que el automóvil lo domine. Quien desee sentirse superior optará por los vehículos muy grandes. Una persona segura de sí misma manejará cualquier tipo de automóvil.

     La persona agresiva lo usará para demostrar sus sentimientos. El conductor del auto deportivo mostrará lo que desearía ser.

     La necesidad de diferenciarse de los demás se revelará en los accesorios; los deseos infantiles en los adornos. El deseo de ser notado o pasar desapercibido en los colores llamativos u opacos, respectivamente.

     Algo importante de mencionar en el tema de la relación hombre-automóvil es el concerniente a los accidentes que generalmente, valga la redundancia, no son accidentales.

     Podría decirse que la mayoría de ellos no son casuales, sino «causales», es decir, tienen una causa. El verdadero «motor» es la culpa inconsciente: hay que pagar por algo, sea con dolor en el propio cuerpo, con dinero o, más aún, con la vida. Y esto puede aplicar tanto al que provoca «el accidente» como al que lo sufre pasivamente.

     En síntesis, estoy de acuerdo con Dogana6, cuando escribió: “En realidad el coche es uno de esos objetos que, por el papel importante que se le asigna en nuestra sociedad, está más que otros en condiciones de activar intensos dinamismos psicológicos”.

1 Cfr. Fernando Dogana, Psicopatología del consumo cotidiano, Barcelona, Editorial Gedisa, 1984, pp.157 y 158.

2 Cfr. Fernando Dogana, op.cit., p.156.

3 Cfr. Fernando Dogana, ibid.

4 Cfr. Fernando Dogana, op. cit., p.160.

5 Cfr. Jean Rosenbaum, ¿Es su Volkswagen un símbolo sexual?, México, 1974, V Siglos, p.14-38.

6 Fernando Dogana, op. cit., p.155.

1 comentario

LO MÁS LEÍDO

Copyright © 2021 Terciopelo Negro prensa libre. Hecho por Proyecta 360º.