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Ideas obsesivas y rituales compulsivos

«…algo que puede observarse en las obsesiones es que lo reprimido retorna con una virulencia proporcional a la fuerza de la represión.»

El barrio chino y sus personajes en CDMX. Fotografía de Fernando García Álvarez.

 

Ideas obsesivas y rituales compulsivos                      

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

“Sigmund Freud consideraba las ideas obsesivas como expresión de deseos reprimidos”

Con frecuencia en la vida diaria se escuchan expresiones como: “tengo una idea que no se me quita de la cabeza”, “fulana está obsesionada por la limpieza” o “zutano está obsesionado por el sexo”.

Concepto

El diccionario[1] define obsesión como “idea fija que se apodera del espíritu independientemente de la voluntad, y a la cual se vuelve sin cesar”. Y si recurrimos a su etimología latina significa asedio.

Las obsesiones, también llamadas manías, son síntomas frecuentes que pueden ser considerados como normales y que son comunes a muchas personas.

En ocasiones los niños muestran ciertos síntomas obsesivos como no querer pisar una línea. Probablemente se trate de algo transitorio que es parte de un momento del desarrollo.

Las obsesiones pueden presentarse en cualquiera de las estructuras clínicas: neurótica (en sus formas obsesiva o histérica), psicótica o perversa.

 Sin embargo, la neurosis obsesiva se caracteriza por el predominio de estos síntomas. En el momento en que las obsesiones impiden llevar a cabo con normalidad las actividades cotidianas y provocan sufrimiento es, entonces, cuando debe acudirse con el especialista. Por ejemplo, lavarse las manos es higiénico y positivo; sin embargo, hacerlo con exageración (no aplica en pandemia) habla de una obsesión, quizá motivada por culpas inconscientes. La pregunta sería: ¿de qué se limpia tanto?

La pregunta inconsciente del obsesivo

Jacques Lacan, psicoanalista francés, sostiene que los dos tipos de neurosis, la histeria y la obsesiva, consisten en una pregunta.

En la persona histérica la pregunta inconsciente es ¿qué significa ser mujer?

La pregunta que constituye la neurosis obsesiva tiene que ver con la existencia propia y puede formularse como ¿estoy vivo o muerto? o ¿por qué existo?

La persona obsesiva intenta dar respuesta a esa pregunta inconsciente a lo largo de su vida; de este modo se inclinará por actividades que tengan que ver con la existencia y con la muerte; por carreras universitarias como medicina, filosofía o psicología en donde tratará de dar respuesta al sentido de la vida.

El barrio chino y sus personajes en CDMX. Fotografía de Fernando García Álvarez.

Asimismo el obsesivo intentará trabajar incansablemente para justificar su existencia y huir de la culpa que siente inconscientemente por haberse sentido muy cerca de su madre y haber hecho a un lado al padre. Hace unos años fue publicado el libro El hombre que confundió el trabajo con la vida que ilustra lo anterior con claridad.

Expresión de deseos reprimidos

Sigmund Freud consideraba las ideas obsesivas como expresión de deseos reprimidos y creía que la neurosis obsesiva era más fácil de detectar que la histeria porque los síntomas obsesivos son puramente mentales, a diferencia de los síntomas histéricos en que hay una conversión a lo corporal como, por ejemplo, en una parálisis o ceguera histéricas.

Para Lacan, la neurosis obsesiva es una estructura clínica y no un conjunto de síntomas. Así las ideas recurrentes u obsesiones, las compulsiones (que son ideas que nos hacen llevar a cabo acciones que a veces nos parecen absurdas), los rituales (como verificar una y otra vez que se han cerrado puertas, etc.), dudas, pensamientos hostiles, etc. forman la sintomatología, pero no determinan la estructura.

Rituales compulsivos

También el sujeto obsesivo es afecto a los rituales compulsivos porque piensa que le permitirán huir de lo que psicoanalíticamente se llama la falta en el Otro, que en la fantasía inconsciente (fantasma) suele representarse como un desastre inmenso[2]. Por ejemplo, Sigmund Freud en su tratado A propósito de un caso de neurosis obsesiva (1909) sobre el llamado Hombre de las ratas analiza los rituales que desarrolló su paciente con objeto de evitar el miedo a que se causara un castigo terrible a su padre o a su amada.

El obsesivo piensa “si hago esto, se evitará aquello”. De aquí se deriva la creencia popular de que si se sueña algo pero se cuenta lo ocurrido en el sueño no sucederá. Sin embargo, recordemos que el sueño es un cumplimiento de un deseo reprimido que se presenta disfrazado y, por tanto, se interpreta.

Obsesiones sacrílegas[3]

Las obsesiones destacan en muchas ocasiones por su carácter sacrílego.

Muchos obsesivos, ante las expresiones religiosas en actos de oración o de civismo en homenajes, sienten que se les desencadenan pensamientos injuriosos u obscenos. De hecho este fenómeno es oído frecuentemente en las sesiones psicoanalíticas y en las confesiones o pláticas por los sacerdotes o pastores.

El obsesivo percibe sus ocurrencias sacrílegas y obscenas como expresión de su voluntad; y entonces se establece una lucha interior de ideas contrarias que ocupan gran actividad mental.

Del mismo modo, por ejemplo, un automovilista obsesivo se preguntará si no habrá atropellado a alguien, por lo que regresará para cerciorarse de ello; sin embargo, no podrá convencerse porque pensará que pudieron haber recogido al atropellado antes.

Es decir, el obsesivo está obsesionado, valga la redundancia, no sólo por el miedo de no cometer algún acto grave, producto de sus ideas, sino también por haberlo cometido sin darse cuenta.

Retorno de lo reprimido[4]

Charles Melman[5] describe al sujeto obsesivo de esta manera: “un solterón que se ha quedado junto a su madre, un funcionario o un contador lleno de hábitos y pequeñas manías, escrupuloso y preocupado por una justicia igualitaria, que privilegia las satisfacciones intelectuales y vela con su civismo o su religiosidad una agresividad mortífera”. Sin embargo, hay que analizar caso por caso

Por ello debe decirse que algo que puede observarse en las obsesiones es que lo reprimido retorna con una virulencia proporcional a la fuerza de la represión.

La severidad del superyó (conciencia moral) corresponde a la intensidad de la agresividad reprimida en el niño hacia los padres.

[1] Ramón García Pelayo y Gross, Pequeño Larousse Ilustrado, México, Ed. Larousse, 1990,  p. 732.

[2] Dylan Evans, Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Buenos Aires, Paidós, 1997, p. 138.

[3] Roland Chemama et al., Diccionario del psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu, 1998, p. 287.

[4] Roland Chemama et al., op.cit., pp. 287-289.

[5] Cfr. Roland Chemama et al., op.cit., p. 287.

 

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