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Paul Celan, el arte de traducir la esperanza

Más que escribir, traducir sería el término justo que podría atribuirse a la obra de Paul Celan…

Paul Celan, el arte de traducir la esperanza
Ana Cuandón

Alemán, rumano, ucraniano, hebreo, francés, portugués, ruso e inglés son algunas de las lenguas que hablaba y leía Paul Celan, pero de todas ellas fue la primera, la alemana, aquella que eligió para escribir poesía. Su elección fue declarada como un principio ético: “uno no puede expresar su verdad más que en su lengua materna; en una lengua extranjera, el poeta miente” (Ortega, 18). De este principio ético se deriva el hecho de que la poesía de Paul Celan atraviese los velos del lenguaje para asombrar, perturbar y revelar verdades −algunas atroces, como puede esperarse de un sobreviviente de la última guerra mundial.

Dicha lealtad hacia la lengua materna compensó, en este poeta judío, la deslealtad de haber abandonado a sus padres –tal abandono no existió, pero así lo sintió el poeta por el remordimiento de haber confiado en que sus padres lo alcanzarían en el refugio que una amiga suya, Ruth Lackner, había ofrecido para él y sus padres ante las deportaciones masivas de judíos de Czernowitz, llevadas a cabo en 1942 por el régimen nazi. Aquella espera del 27 de junio transformó al joven Paul Antschel, pues nunca volvió a ver a sus padres, Leo y Friederike, quienes fueron llevados a los campos de trabajo de Trasnistria, en donde murieron pocos meses después. La transmutación fue tan radical que para 1947, el apellido del poeta se cambió a Celan, anagrama de su apellido original. Sin embargo, la parte más profunda de ese cambio doloroso sólo podía traducirse en poesía.

Más que escribir, traducir sería el término justo que podría atribuirse a la obra de Paul Celan, pues el esfuerzo de expresar en una lengua lo que está escrito en otra supone también transmutar emociones, impresiones del espíritu que son, por su naturaleza, inefables. Esta voluntad de expresar verbalmente aquello que se manifiesta de formas sutiles hace de la poesía un arte de traducción. De esta labor alquimista del espíritu participa Celan al escribir: “Dice verdad/ quien dice la sombra”, pues decir la sombra es una manera de afirmarla en su misterio, en su inasible pero descifrada, traducida, manifestación. Tal es la idea que George Steiner dilucida al aseverar que “toda la poesía de Celan es traducción al alemán” (Ortega, 25).

Escribir en alemán, para quien pudo haberse expresado en los otros varios idiomas que comprendía, supone más que una elección, una deuda moral “porque un poeta −señala Paul Celan− no puede dejar de escribir, mucho menos si es judío y su idioma de escritura el alemán” (Pérez Gay, 90). Cuando se repara en el hecho de que, para un judío, elevar la lengua de quienes asesinaron a sus padres podía significar, más que una denuncia, una forma de apropiarse de aquello que le fue arrebatado, puede entenderse por qué, en el discurso que dio el poeta al recibir el premio Georg Büchner, la elección por el idioma alemán fue también una tabla de salvación pues, él mismo afirma, “algo sobrevivió en medio de las ruinas. Algo accesible y cercano: el lenguaje. Sin embargo, el lenguaje mismo tuvo que abrirse paso a través de su propio desconcierto, salvar los espacios donde quedó mudo de horror, cruzar por las mil tinieblas que mortifican el discurso. En este idioma, el alemán, procuré escribir poesía. Sólo para hablar, para orientarme, inquirir, imaginar la realidad” (Pérez Gay, 91).

Imaginada, confrontada, configurada por el dolor, esta realidad de Celan es una constante Fuga de muerte, poema emblemático de la literatura alemana, que ya en 1952, año de su publicación, `inquiere´ que “la muerte es un maestro de Alemania sus ojos son azules/ te alcanzan sus balas de plomo te alcanzan sin fallar” (Pérez Gay, 39).

Y la lengua que logra `inquirir´ esa realidad dista mucho de la usada en la realidad: aún cuando Paul Celan vivió en Francia la mayor parte de su vida, desde 1949 hasta 1970, la lengua francesa no logró pasar del lenguaje de la cotidianidad. Ni siquiera la complicidad amorosa cambió esta decisión de escribir poesía en la lengua materna. La copiosa correspondencia, escrita en francés, con Gisèle Lestrange, su esposa, y con Eric Celan, su hijo, muestra esa distancia establecida por el poeta entre la realidad habitual y la poética. En una carta de 1965 dirigida a Gisèle, puede leerse cómo el poeta prefiere el alemán para elevar esos pequeños actos cotidianos: “Yo tengo delante, bajo nuestra lámpara, tu foto y la del niño. Y también, en un vaso de agua, la ramita de abedul de nuestra casa, de Moisville. Haga cuanto pueda, amada mía, por reponerse. Todo mi amor por usted está aquí, dentro de mí, tan grande como en el primer momento. Nada de nuestro amor está perdido: Wir sind es noch immer” (Badiou, 257).

El verso citado por Celan pertenece al poema “La palabra de ir a-lo-profundo” y puede traducirse como “todavía seguimos siendo” (Badiou) o, como lo traduce José Luis Reina Palazón, “todavía somos” (153):

La palabra de ir a-lo-profundo
que hemos leído.
Los años, las palabras desde entonces.
Todavía somos.
Sabes, el espacio es infinito,
sabes, no necesitas volar,
sabes, lo que se escribió en tu ojo
nos profundiza lo profundo.

“Profundizar lo profundo” no fue, para Paul Celan, tarea exclusiva de la poesía, la traducción era igualmente importante. En una carta dirigida a su editor, confiesa: “considero que la tarea de traducir a Mandelstam es tan importante como la de escribir mis propios versos” (Ortega, 24). La obra del poeta ruso fue una de las tantas que ocuparon a Celan. En el prólogo a sus Obras Completas, Carlos Ortega cuenta cómo, en 1941, “aunque las condiciones en el mundo enfangado y húmedo del gueto eran imposibles, Paul pasó las primeras semanas traduciendo algunos sonetos de Shakespeare, que le parecía que no había sido bien vertido al alemán, y escribiendo” (15). En total, Paul Celan tradujo a cuarenta y dos poetas al alemán. Cuando fijó su residencia en París, a partir de 1950, fue cuando su trabajo como traductor se formalizó, sin embargo, la traducción fue no sólo su oficio principal sino también su motivación más íntima: en el diálogo con los numerosos poetas traducidos, su poesía encontró sus fuentes de aprovisionamiento.

Dichas fuentes eran necesarias para quien debía nutrir a diario la esperanza con lo único que le quedaba, el lenguaje. Sus reservas de vitalidad estaban en la poesía. Es por ello que la poesía de Celan no se reduce a la fatalidad de los acontecimientos históricos, sino que se abre ante las posibilidades de la vida. Ante la tragedia de una espera (como la que vivió mientras sus padres eran deportados), el poeta no busca trascender el acontecimiento, sino exponerlo, con toda su simpleza y su profundidad.

Uno de los muchos poemas que puede testimoniarlo pertenece al libro Cambio de aliento, publicado en 1967. En este poema breve está condensada una voluntad que apuesta por la esperanza: “En los ríos, /al norte del futuro, / tiro la red, que tú, indecisa, / llenas con sombras/ escritas por las piedras”. La imagen de alguien que decide tirar la red hacia un río traza también una dirección, en este caso, espacial dentro de otra temporal: “hacia el norte del futuro”, para expandir ese horizonte del tiempo. El poeta señala las posibles direcciones, y dimensiones, de éste: en el futuro hay un norte. En este movimiento se percibe la decisión de quien no puede, como ese tú al que se dirige, permanecer en la parálisis de un pasado que lastra la movilidad por cargarse de sombras, de sombras además escritas por aquello inamovible por naturaleza, las piedras. Traducir este movimiento espiritual en una imagen es una de las verdades que la poesía de Celan revela.

Después de atravesar largos veintiocho años de angustia y depresión, el poeta decidió lanzarse al río Sena en 1970. Este fin de su vida, por tanto, no debe interpretarse como un gesto de derrota, ¿quién podría juzgarlo así cuando sus poemas obligaron al filósofo Theodor Adorno a retractarse de que, después de Auschwitz, la poesía era imposible? Nadie, como él, Paul Celan, pudo traducir “la discreta, dolorosa rima alemana” (Pérez Gay, 90), y tampoco nadie logró de esas cenizas revelar cómo traducir es también transmutar y descubrir que todo puede ser distinto:

Todo es distinto
de lo que imaginas, de lo que imagino,
la bandera ondea todavía,
los pequeños secretos conviven entre sí,
proyectan sus sombras; de ellas
vives tú y yo,
vivimos nosotros. (Pérez Gay, 65).

Profundizar en esta certeza es el arte de traducir la esperanza.


Bibliografía

Celan, Paul. Obras Completas, 7ª ed., prólogo de Carlos Ortega, tr. de José Luis Reina Palazón, Madrid, Trotta, 2013.

Celan, Paul-Gisèle Celan-Lestrange. Correspondencia (1951-1970), edición y notas de Bertrand Badiou, tr. del francés de Mauro Armiño, tr. del alemán de Jaime Siles, México, FCE-Siruela, 2010.

Celan, Paul. Sin perdón ni olvido. Antología, tr. y estudio de José Ma. Pérez Gay, México, UAM, 1998.

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