Cultura

Se visten Niños Dios

El tamal es un alimento de origen prehispánico ofrendado a los dioses…

Día de la Candelaria en la parroquia de San Juan Bautista Coyoacán, Ciudad de México.

Se visten Niños Dios

Jaquelina Rodríguez Ibarra

Durante los días que preceden y suceden al 12 de diciembre,

el tiempo suspende su carrera, hace un alto…

Octavio Paz

Hace algunos años visité en Veracruz a una familia muy respetuosa de las tradiciones. Era día de muertos y nuestras anfitrionas cocinarían tamales estilo Misantla. No podía faltar el toque mágico de la cocina mexicana, y mientras ellas amasaban, aderezaban la salsa del guisado y prendían el fogón, a cada uno de los presentes nos daban a probar los ingredientes que conformarían los tamales, así no habría antojo sin satisfacer y en consecuencia los tamales se cocerían perfectamente. Lo que ellas no supieron nunca es que yo moría por hacer un tamal, tomar la hoja que esta vez no era de maíz sino “papata” (una planta endémica de esas tierras) y formar un hueco en la palma de mi mano, untar la tersa superficie verde de la hoja con la masa un poco líquida (prepararían tamales de dedo) a diferencia de otras que había visto en mi niñez y finalmente poner la salsa con la carne, después doblarla debidamente y depositar el tamal en la olla donde sería cocido. Salimos a pasear por algunas horas, para dar tiempo a que esos exquisitos tamales estuvieran listos para ser degustados a nuestro regreso. ¡Oh sorpresa!, un silencio poco común embargaba la casa, entramos y nos dirigimos directamente al patio donde la lumbre inútilmente trataba de cocer aquellos tamales. Los rostros de las mujeres expresaban alguna incertidumbre, ¿qué había pasado? Los tamales no se cocían y todos habíamos saciado nuestro posible antojo.

Elaboración de «tamales de dedo» por la familia Vázquez y de los Santos en Misantla, Veracruz México.

En torno a la comida, y especialmente para ciertos platillos, hay infinidad de mitos y creencias y una de ellas es justamente que el antojo o deseo no satisfecho es lo que puede estropear el resultado. Hoy 2 de febrero muchos de nosotros no tendremos este riesgo pues la oferta de tamales en la Ciudad de México y el resto del país donde celebramos el compromiso asumido el 6 de enero con una gran “tamaliza” es benévola. El tamal es un alimento de origen prehispánico ofrendado a los dioses y no es fortuito que lo comamos en este día cuando se conmemora la presentación de Jesús en el templo y se celebra la Purificación de la Virgen María (término de la cuarentena después de haber dado a luz). En este día familias acuden a las iglesias llevando a su Niño Dios vestido primorosamente por sus padrinos para que sea bendecido, para más tarde agasajar a los invitados con la delicia de un manjar, el sincretismo de dos culturas opuestas es evidente en estas tradiciones religiosas.

Para haber llegado a este punto, el 6 de enero debimos haber partido la rosca de reyes y si la fortuna estuvo de nuestra parte recibimos en nuestra rebanada el pequeño muñeco de plástico depositado en la suculenta textura de la masa y que simboliza al Niño Dios.

Al cerrar el año 2020 sucedió un fenómeno poco común en el universo, lo que llaman la conjunción planetaria, alineación momentánea de planetas, justo en el solsticio de invierno, días antes de Navidad. En esta ocasión fueron Júpiter y Saturno, que por un instante brillaron juntos como un solo cuerpo celeste. Quienes lograron ver este fenómeno ¡enhorabuena!, porque tal vez estarían viendo lo que los Reyes Magos tuvieron como punto de guía para llegar con el Mesías, es decir la estrella de Belén. Esta es una de las tantas teorías que podemos conocer sobre la visita de los reyes, sabios o magos que llevaron regalos al niño recién nacido, Jesús. El 6 de enero solemos celebrar la Epifanía (manifestación, aparición o revelación), es decir el bautismo de Jesús en el río Jordán, su primera manifestación en la Tierra, y también la adoración que los Reyes Magos le brindaron: “El Nuevo Testamento menciona que cuando Jesucristo nació en Belén recibió la visita de unos magos que venían de lejanas tierras orientales…” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001). En México heredamos las creencias religiosas venidas de Europa, tradiciones que se casaron con las que ya se vivían en tierras mesoamericanas. Partir una rosca en convivencia familiar, amigos o compañeros ha sido una tradición mexicana desde la época colonial. Se cuenta que antes, en tierras navarras, ponían dentro de un pastel un haba, y a quien le tocara ésta en su rebanada era proclamado rey y sería homenajeado con regalos durante un año. El haba simbolizaba la realeza del Niño Dios por lo que encontrarla se convertía en símbolo de fortuna, aunque para otros hoy el compromiso que implica es adverso a la suerte. Con el pasar del tiempo el haba fue sustituida por un muñeco de porcelana que luego sería de plástico, e igualmente la fortuna llega a quien lo encuentra en su rebanada de rosca. Así mismo este día los niños reciben regalos, especialmente juguetes, emulando tal vez los regalos que aquellos sabios llevaron al niño Jesús.

La noche de reyes, los regalos y la rosca no se hubieran dado sin la Navidad, el 25 de diciembre, y la Nochebuena del 24. Un árbol alumbrado en su totalidad y adornado en exceso que tal vez tuvo su origen en una leyenda europea: “Era Nochebuena y el solsticio de invierno anunciaba con un intenso frío un holocausto: el hijo de Gundhar iba a ser ofrecido en sacrificio a Donar, dios de la agricultura, bajo el gran roble sagrado. De pronto, impidiendo que el sacerdote pagano asestara el golpe mortal sobre el primogénito, Bonifacio, de un solo tajo, derribó el árbol ayudado por el hacha y el fuerte viento que soplaba. Se hizo un silencio abrumador. Todos los asistentes enmudecieron y Bonifacio, solemne y majestuoso, señaló un pequeño abeto verde, símbolo de la vida perpetua, y lo nombró Árbol del Niño Dios.” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001). Así también las casas a partir de la primera posada, actualmente desde antes, exhiben ya sea bajo el árbol de Navidad o en su porche un nacimiento, es decir figuras que representan a los personajes de la Sagrada Familia en el momento de la Natividad y cuyo origen sea probablemente en 1223 cuando San Francisco de Asís solicitara “… autorización al papa Honorio III para escenificar un nacimiento con ‘figuras’ vivas, es decir, con personas y animales que representaban el misterio del advenimiento de Jesús…” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001).  Hoy los nacimientos mexicanos son un arte popular, creados por artesanos de diversas regiones de nuestro país, manos diestras en el barro dan forma a los “…personajes imprescindibles: la Virgen María, San José, el Niño Dios, el buey, la mula, el borrego, el ángel, la estrella-cometa, los Reyes Magos y los pastores.” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001)

Nacimiento Mexicano tallado en madera y policromado.

Las nueve posadas que preceden la Nochebuena evocan la solicitud de albergue que José y María hicieron en Belén. Se cree que su origen es mexicano, aunque habría un anteceden en las Misas de Aguinaldo “…así denominadas porque se ofrecían como un obsequio de Navidad y se acompañaban de villancicos alusivos al Nacimiento del Niño Dios…comprendían un periodo de nueve días, el mismo lapso que antecedía a los preparativos a que debían someterse…” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001) los que serían sacrificados en honor del dios Huitzilopochtli.

Realmente este peregrinar gastronómico – festivo no tendría sentido sin el 12 de diciembre fecha detonante de nuestra mexicanidad, la aparición de la Virgen María en tierras recién conquistadas por la corona española, evento sucedido algunos años después de la caída de México Tenochtitlán. El cerro del Tepeyac, antiguo santuario de Tonantzin (nuestra madre), es donde tiene lugar dicha aparición. Actualmente miles de personas, desde diferentes lugares del país (México) emprenden un recorrido para llegar al santuario de la Virgen de Guadalupe en la basílica que está justo en el cerro del Tepeyac. Y así inicia lo que en México llamamos el “Puente Guadalupe – Reyes” que va del 12 de diciembre al 6 de enero, pero cuyo cierre oficial es justamente hoy, 2 de febrero día de la Candelaria, vistiendo al Niño Dios que cada familia tendrá en su casa, llevándolo a la iglesia a bendecir y comiendo en compañía los tradicionales tamales ofrenda de los dioses mexicas.

Peregrino llegando a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México.

En sus diarios Colón escribe a los reyes: “Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza…” Así fue, hemos cedido ante una cultura, ante sus ideas e ideales, ante su cosmovisión del mundo, ante su ser. Así mismo, sin embargo, el mexicano guarda en su interior un origen que niega y del que se avergüenza, pero que en estas ceremonias permite exteriorizar.

Iglesias y Cabrera, Sonia E. 2001. Navidades Mexicanas. México: Conaculta

2 de comentarios

LO MÁS LEÍDO

Copyright © 2021 Terciopelo Negro prensa libre. Hecho por Proyecta 360º.