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Educación

Diálogo entre Albert Einstein y Sigmund Freud

¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?

Nueva gráfica popular en las paredes de la Verde Antequera (ciudad de Oaxaca, México)

Diálogo entre Albert Einstein y Sigmund Freud

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Einstein a Freud

El 30 de julio de 1932, el famoso físico Albert Einstein[1] escribió una carta a Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, preguntándole si existía algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra.

Freud[2], quien tenía 76 años, le contesta en septiembre del mismo año. En esta época ya había acontecido la I Guerra Mundial (1914-1918), y aún no daba inicio la II (1939-1945). La ONU fue constituida en 1945, para suceder a la Sociedad de Naciones, creada en 1919 y desaparecida en la II Guerra Mundial.

 Einstein y Freud únicamente se habían visto en una ocasión, en la casa del hijo menor de Freud en Berlín 5 años antes, a principios de 1927. En una carta al también psicoanalista Sándor Ferenczi, Freud[3] escribió acerca de esa reunión: “En efecto, charlé dos horas […] con Einstein […]. Es una persona jovial, segura y amable, entiende tanto de psicología como yo de física, de manera que nos entendimos a las mil maravillas”.

Después de esas cartas sobre los motivos de las guerras, intercambiaron algunas en 1936 y 1939.

A continuación, presentamos a modo de diálogo extractos textuales de ambas cartas publicadas en las Obras completas de Sigmund Freud.

 

El problema de la guerra

Albert Einstein: “La propuesta de la Liga de Naciones y de su Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en París […] me brinda una muy grata oportunidad de debatir con usted una cuestión que, tal como están ahora las cosas, parece el más imperioso de todos los problemas que la civilización debe enfrentar. El problema es éste. ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? […] todo intento de darle solución ha terminado en un lamentable fracaso”.

Sigmund Freud: “Esperaba que escogería un problema situado en la frontera de lo cognoscible hoy, y hacia el cual cada uno de nosotros, el físico y el psicólogo, pudieran abrirse una particular vía de acceso, de suerte que se encontraran en el mismo suelo viniendo de distintos lados. Luego me sorprendió usted con el problema planteado […]. Recapacité entonces, advirtiendo que no se me invitaba a ofrecer propuestas prácticas, sino sólo a indicar el aspecto que cobra el problema de la prevención de las guerras para un abordaje psicológico”.

Einstein: “Creo, además, que aquellos que tienen por deber abordar profesional y prácticamente el problema no hacen sino percatarse cada vez más de su impotencia para ello […]. En lo que a mí atañe, el objetivo normal de mi pensamiento no me hace penetrar las oscuridades de la voluntad y el sentimiento humanos […] poco puedo hacer más allá de tratar de aclarar la cuestión y, despejando las soluciones más obvias, permitir que usted ilumine el problema con la luz de su vasto saber acerca de la vida pulsional del hombre”.

Freud: “Pero también sobre esto lo ha dicho usted casi todo en su carta. Me ha ganado el rumbo del barlovento [de donde sopla el viento], por así decir, pero de buena gana navegaré siguiendo su estela y me limitaré a corroborar todo cuanto usted expresa, procurando exponerlo más ampliamente según mi mejor saber –o conjeturar-”.

Nueva gráfica popular en las paredes de la Verde Antequera (ciudad de Oaxaca, México)

Creación de un organismo internacional

Einstein: “Estoy seguro que usted podrá sugerir métodos educativos, más o menos ajenos al ámbito de la política, para eliminar esos obstáculos […]. Siendo inmune a las inclinaciones nacionalistas, veo personalmente una manera simple de tratar el aspecto superficial (o sea administrativo) del problema: la creación, con el consenso internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier conflicto que surgiere entre las naciones”.

 Freud: “Opino que con ello ya está dado todo lo esencial: el doblegamiento de la violencia mediante el recurso de transferir el poder a una unidad mayor que se mantiene cohesionada por ligazones de sentimiento entre sus miembros. Todo lo demás son aplicaciones de detalle y repeticiones […].Evidentemente, se reúnen aquí dos exigencias: que se cree una instancia superior de esa índole y que se le otorgue el poder requerido. De nada valdría una cosa sin la otra”.

Einstein: “Pero aquí, de entrada, me enfrento con una dificultad; un tribunal es una institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta insuficiente para hacer cumplir sus veredictos, es tanto más propenso a que éstos últimos sean desvirtuados por presión extrajudicial. Este es un hecho que debemos tener en cuenta; el derecho y el poder van inevitablemente de la mano”.

 Freud: “Comienza usted con el nexo entre derecho y poder. Es ciertamente el punto de partida correcto para nuestra indagación…Derecho y violencia son hoy opuestos para nosotros…Al comienzo, en una pequeña horda de seres humanos, era la fuerza muscular la que decidía a quién pertenecía algo o de quién debía hacerse la voluntad […]. Al introducirse las armas, ya la superioridad mental empieza a ocupar el lugar de la fuerza bruta […]. El derecho es el poder de una comunidad”.

 

Factores psicológicos

Einstein: “El escaso éxito que tuvieron, pese a su evidente honestidad, todos los esfuerzos realizados en la última década para alcanzar esa meta, no deja lugar a dudas de que hay en juego fuertes factores psicológicos, que paralizan tales esfuerzos”.

Freud: “Muchas veces cuando nos enteramos de los hechos crueles de la historia, tenemos la impresión de que los motivos ideales sólo sirvieron de pretexto a las apetencias destructivas; y otras veces, por ejemplo, ante las crueldades de la Santa Inquisición, nos parece como si los motivos ideales se hubieran esforzado hacia adelante, hasta la conciencia, aportándoles los destructivos un refuerzo inconsciente. Ambas cosas son posibles”.

 

Pulsión de vida y pulsión de muerte

Einstein: “¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción.”

Freud: “Usted se asombra de que resulte tan fácil entusiasmar a los hombres con la guerra y, conjetura, algo debe moverlos, una pulsión a odiar y aniquilar […]. También en esto debo manifestarle mi total acuerdo […] las pulsiones del ser humano son sólo de dos clases: aquellas que quieren conservar y reunir […] y otras que quieren destruir y matar […]. Rarísima vez la acción es obra de una única moción pulsional, que ya en sí y por sí debe estar compuesta de eros y destrucción […] cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie de motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan. No tenemos ocasión de desnudarlos todos. Por cierto que entre ellos se cuenta el placer de agredir y destruir”.

Einstein: ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y de la destructividad?

Freud: “No se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir; puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la guerra […] si la aquiescencia [disposición] a la guerra es un desborde de la pulsión de destrucción, lo natural será apelar a su contraria, el Eros. Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra […]. Todo lo que establezca sustantivas relaciones de comunidad entre los hombres provocará esos sentimientos comunes, esas identificaciones. Sobre ellas descansa en buena parte el edificio de la sociedad humana”.

 

El camino hacia la paz

El 3 de diciembre de 1932, Einstein[4] le escribió a Freud: “Usted nos ha complacido tanto a mí como a la Sociedad de Naciones con una respuesta verdaderamente clásica. Cuando le escribí estaba convencido de la inutilidad de mi carta…”.

Resulta interesante conocer las opiniones de Albert Einstein y de Sigmund Freud sobre un hecho que permanece en el siglo XXI: la guerra. También es bueno recordar que tenían una preocupación auténtica por la humanidad.

Quizá, ante las frecuentes acciones bélicas, sea importante enfatizar la tesis fundamental del creador del psicoanálisis: “No podemos erradicar la agresión del ser humano, por lo que es necesario incrementar la pulsión de vida. En otras palabras, el desarrollo de la cultura (pulsión de vida) es el camino para la paz”.

 

[1] Cfr.  Sigmund Freud (1933), “¿Por qué la guerra?” en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, Volumen 22, pp. 183-186.

[2] Sigmund Freud, op.cit., pp. 187-198.

 [3] Sigmund Freud, Su vida en imágenes y textos, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1979, p. 242.

[4] Sigmund Freud, ibid.

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1 comentario

1 comentario

  1. Luis Fernando Ulloa Hosking

    febrero 18, 2021 en 6:56 pm

    Diálogo válido al momento actual.

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Educación

Soltar el pasado, vivir el presente y construir el futuro

“La única manera de predecir el futuro es crearlo”

Óleo sobre terciopelo, arte tradicional ruso. Foto de Fernando García Álvarez

Soltar el pasado, vivir el presente y construir el futuro

“La única manera de predecir el futuro es crearlo”

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

Como estamos en la época de fin de año, muchas personas hacen una evaluación acerca de cómo les fue en el año transcurrido.

Quizá ayuden algunas reflexiones que hice al respecto en el programa “Exclusivo para hombres, que a las mujeres les interesa” en donde he colaborado durante diez años y que se encuentra interrumpido actualmente.

Primeramente, es conveniente señalar -como resumen- que el pasado, lo que hicimos, son las consecuencias del ayer; el presente, lo que hacemos, es la importancia del hoy; y el futuro, lo que haremos, es la trascendencia del mañana.

Pasado

Existen dos clases de pasados: el inconsciente y el consciente.

Pasado inconsciente

El pasado inconsciente nos condiciona por lo vivido de los cero a los cinco años aproximadamente y que quedó reprimido. Es lo vivido, pensado y sentido en la infancia.

Ese pasado inconsciente:

  • Determina la estructura clínica de cada sujeto: es la manera de ser.
  • No puede recordarse.
  • Se manifiesta en síntomas, sueños o actos fallidos.
  • Síntomas: se repiten patrones de conducta sin saber la causa (por ejemplo, elección amorosa constante de un determinado tipo de personas); “ataduras edípicas” (por amor excesivo a la madre) por lo que no logran salir del hogar materno, muestran consistentemente insatisfacción con la mujer amada o no se casan; culpas inconscientes (muchas veces manifestadas en compulsiones de limpieza exagerada), fracasos recurrentes, accidentes repetitivos, traumas (por ejemplo, por acosos o abusos sufridos en la infancia).
  • Sueños: muchos de ellos remiten en su interpretación a la infancia: la mayoría de gigantes, monstruos o brujas representan el miedo al padre o a la madre a los que se percibió de ese modo en los primeros años.
  • Actos fallidos: como lapsus, olvidos, errores, etc.

Por ello, en psicoanálisis se trabaja para que infancia no sea destino inevitable.

Debemos recordar que el psicoanalista Jacques Lacan acertadamente señaló que “de lo que se trata es menos de recordar que de reescribir la historia”.

Pasado consciente

El pasado consciente consiste en aquello que recordamos de situaciones o eventos agradables o desagradables (y hasta traumáticos) vividos, pensados o sentidos en la infancia, niñez, adolescencia, juventud o adultez.

Algunos ejemplos conscientes desagradables: fracasos escolares, carencias económicas, terminaciones amorosas, celos patológicos, errores, resentimientos.

El pasado consciente puede soltarse.

Reflexiones para soltarlo:

  • Vivir anclado en el pasado significa estar viviendo poco.
  • Vivir de los recuerdos es limitarse.

Medidas prácticas para soltar el pasado

  • Desechar culpas inútiles. No atormentarse por lo que ocurrió.
  • Procurar ser indiferente con los que te hicieron daño o lo que te hizo mal. Freud escribió que lo verdaderamente contrario al amor no es el odio sino la indiferencia, es decir, que la persona o asunto que te hicieron daño dejen de importarte. No puede olvidarse, pero sí que ya no incomode. En otras palabras, puede resignificarse: darle otra significación.
  • No perder tiempo en problemas pasados.
  • Centrarnos en el presente y disfrutarlo.
  • Actividad en lugar de pasividad.
  • Encontrar un sentido o proyecto de vida.

Como dice Lacan, inspirado en el filósofo Baruch Spinoza: “el deseo es perseverar en nuestro ser”; y, yo diría, en el ser: lo que significa que suceda lo que suceda, hay que seguir adelante. Es nuestra fuerza de existir, el ímpetu hacia algo.

Pintura decorativa en samovar, arte tradicional ruso. Foto de Fernando García Álvarez

Presente

Un buen presente crea un buen futuro.

Es la única realidad que tenemos a nuestro alcance ahora.

Hay que vivirlo:

  • Con plenitud (completo): disfrutar y aprovechar el aquí y el ahora. Ayuda pensar el dicho latino Age quod agis: Haz lo que haces.
  • Con intensidad: en los diferentes aspectos: amor, trabajo, sexualidad, conocimiento, diversión, ejercicio, deporte o placer de comer y beber, siempre con moderación.

Recomendaciones

  • Tener el gusto de vivir: el optimismo es una buena estrategia. También ayuda reír.
  • Enfocarse en lo actual: el momento es ahora.
  • Aceptar límites, no limitaciones: “Ser psíquicamente sano significa vivir relativamente feliz consigo mismo reconociendo y aceptando límites”, escribió el psicoanalista Juan David Nasio.
  • Ofrecer o dar más calidad que cantidad.
  • Sacar el máximo provecho de hoy: trabajo, escuela, amor, etc.

Futuro

Reflexiones

  • Hay que comenzar hoy, no mañana.
  • “La única manera de predecir el futuro es crearlo”

Cómo construir un buen futuro

Hay que cuidar o invertir en tres aspectos:

  • Organismo
  • Fomentar el ejercicio y la buena alimentación.
  • Dormir suficiente.
  • Cuidarlo de abusos o excesos de tabaco, alcohol, drogas, etc.

De otro modo, el mañana puede ser complicado.

  • Mente
  • Preparación en la carrera universitaria, la profesión u ocupación.
  • Tener hobbies o aficiones.
  • Ser mentalmente sano; o invertir en terapia, si es necesario o conveniente.
  • Economía
  • Elaborar planes a corto, mediano y largo plazos.
  • Tomar decisiones financieras inteligentes que den estabilidad y seguridad en el futuro; por ello, es mejor dar un enganche para un inmueble que comprarse un automóvil de lujo.
  • Ahorrar, si se puede.
  • Buscar un plan de pensión.

Resumen:

Recomendaciones:

  • Pasado: Reescribir la historia.
  • Presente: Vivirlo con plenitud e intensidad: “vivir intensamente”.
  • Futuro: Comienza hoy, no mañana.

“Vivir anclado al pasado significa estar viviendo poco”

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Educación

¿Cómo se interpreta un sueño en psicoanálisis?

Al dormir “se relaja la censura, se ponen en escena ciertos anhelos reprimidos que no aparecen en la vigilia.»

Arte callejero en la Ciudad de México, foto de Fernando García Álvarez.

¿Cómo se interpreta un sueño en psicoanálisis?

Parte 1

“Después de un trabajo de interpretación

el sueño se da a conocer como un cumplimiento de deseo”

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

Siempre ha existido la curiosidad por descifrar los sueños. A lo largo de la historia se ha sospechado que quieren decir algo, que tienen un “saber”.

En la Biblia se menciona el caso de José que explica un sueño al faraón de Egipto sobre siete vacas gordas que son comidas por siete vacas flacas como siete años de abundancia a los que seguirán otros siete de hambre. Hoy en día existen numerosos libros en donde se afirman simbolismos de manera categórica: si soñaste esto significa que…

Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, afirma que los sueños tienen un sentido y son la vía regia para acceder al inconsciente. Así lo sostiene en su libro La interpretación de los sueños, escrito hace más de ciento veinte años. Lo dice de este modo: “Fue en el invierno de 1899 cuando ante mí tuve al fin mi libro La interpretación de los sueños, postdatado para que apareciese como del nuevo siglo”[1].

¿Qué es interpretar?

Un aspecto fundamental en la cura psicoanalítica es la aportación de interpretaciones.

El psicoanalista interpreta cuando expresa algo que modifica algún modo de ver consciente y cotidiano del analizante (hablamos de analizante y no de paciente ya que la persona que analiza con ayuda del psicoanalista es la que está enfrente o recostada en el diván).

Freud distingue entre contenido manifiesto del sueño, que es lo que recordamos, y contenido latente, que es lo que llegamos a conocer con la ayuda de la interpretación psicoanalítica.

Es necesario interpretar el sueño manifiesto para hacer surgir el contenido latente. “Interpretar un sueño significa indicar su sentido […]. Después de un trabajo de interpretación el sueño se da a conocer como un cumplimiento de deseo”[2].

O dicho más adecuadamente, el sueño es el intento de un cumplimiento de deseo.

El sueño como cumplimiento de deseo

Para explicar el cumplimiento de deseo, como la operación esencial del trabajo del sueño, Freud[3] da tres ejemplos: “un sueño de hambre, uno de comodidad y uno de necesidad sexual. En el soñante, dormido, se anuncia una necesidad de comer, sueña con un soberbio banquete y sigue durmiendo. Desde luego, tenía la opción entre despertarse para comer o continuar su dormir. Se decidió por esto último y satisfizo su hambre mediante el sueño. Al menos por un rato; si el hambre persiste no tendrá más remedio que despertar. El otro caso: el soñante (es médico y) debe despertarse a fin de encontrarse en la clínica a cierta hora. Pero sigue durmiendo y sueña que ya está ahí, es verdad que, como paciente, y entonces no necesita abandonar su lecho. O bien por la noche se mueve en él la añoranza de gozar de un objeto sexual prohibido, la esposa de un amigo. Sueña que mantiene comercio sexual, no con esa persona, ciertamente, pero sí con otra que lleva igual nombre, por más que ésta le resulta indiferente”.

Al dormir “se relaja la censura, se ponen en escena ciertos anhelos reprimidos que no aparecen en la vigilia. Retorna lo reprimido en el sueño, que es la realización de un deseo reprimido que busca así su satisfacción, incluso en los sueños angustiosos”[4].

Arte callejero en la Ciudad de México, foto de Fernando García Álvarez.

 Una pesadilla

Ante la objeción de que no puede haber un cumplimiento de deseo en los sueños que producen angustia, en las famosas pesadillas, podemos mencionar lo que Safouan narra sobre un niño que soñaba repetidamente, con angustia, con un lobo que se paseaba afuera de su habitación. Enfrente dormía su madre. El padre había estado ausente varios meses por motivo de trabajo. “Bastó con que ese padre regresara a casa, y volviera al cuarto con la madre, para que las pesadillas desaparecieran”[5].

Es decir, el niño ya no necesitaba soñar un terrible lobo que lo separara de una relación excesivamente cercana a la madre, ya que el padre ahora cumplía adecuadamente la función paterna y ubicaba a cada uno en el rol que le correspondía. A pesar de la angustia que generaba el sueño, había un cumplimiento de deseo.

¿Todos soñamos?

Efectivamente todos soñamos; sin embargo, por el trabajo de la censura muchas veces no recordamos los sueños. Las personas menos rígidas los recuerdan más fácilmente.

 ¿Existen símbolos universales?

Para Freud existen significaciones colectivas que comparte todo mundo.

Sin embargo, precisa bien: “Pero al mismo tiempo quisiera advertir de manera expresa que no debe exagerarse la importancia de los símbolos para la interpretación de los sueños […] desechando la técnica que recurre a las ocurrencias del soñante”[6].

En el psicoanálisis no se trata de hacer un diccionario universal de símbolos o claves que permitiera traducir todos los sueños. Si no se han producido las asociaciones del analizante no es posible hacer una interpretación.

De hecho, Freud llamó “psicoanálisis silvestre” a la tendencia de realizar interpretaciones prematuras, mal elaboradas o realizadas cuando el analizante no estaba preparado para aceptarlas.

 

CONTINUARÁ

[1] Sigmund Freud (1899), ”La interpretación de los sueños” en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, Tomo 4,  p. 5.

[2] Sigmund Freud, op. cit., Tomo 4, pp. 118 y 141.

[3] Sigmund Freud, op. cit., Tomo 23, p. 168.

[4] Cristina Fontana, Todo lo que nunca quiso saber sobre el psicoanálisis, Madrid, Editorial Síntesis, 2001, p. 42.

[5] Cristina Fontana, op. cit., p. 43.

[6] Sigmund Freud, op. cit., Tomo 5, p. 365.

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Educación

No existe el subconsciente

¡Te traicionó el inconsciente!

Ilustración de Fernando García Álvarez.

No existe el subconsciente

Para Freud, no existe nada debajo de la consciencia

El prefijo griego sub significa `abajo´

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

¡Lo traicionó el subconsciente! es una expresión que escuchamos con frecuencia. Y quienes la afirman creen que es una buena aplicación de un término psicoanalítico.

Sin embargo, el subconsciente no existe en la teoría freudiana.

De hecho, Sigmund Freud usó muy pocas veces la palabra subconsciente como sinónimo de inconsciente.

Era un término que se usaba en la psicología y psicopatología en esa época, es decir, antes de 1900. No obstante, el creador del psicoanálisis abandonó muy pronto su uso.

Únicamente dos citas en Freud

En su artículo “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas”, redactado en francés en 1893, se encuentra una única cita. Allí escribe acerca del recuerdo de las impresiones psíquicas: “La imposibilidad de la eliminación es notoria cuando la impresión permanece en el subconsciente”[i].

En el libro Estudios sobre la histeria, escrito junto con Joseph Breuer de 1893 a 1895, aparece en una ocasión en el “Historial clínico de la Sra. Emmy von N.” en donde Freud habla de “fragmentos del complejo subconsciente”[ii]; aunque es preciso aclarar que el término subconsciencia o subconsciente es usado en diversas ocasiones en la llamada “Parte teórica”, pero que fue escrita por Breuer.

Rechazo del concepto y el término subconsciente

Muy pronto Freud rechaza el uso del término subconsciente. Encontramos en sus obras cuatro menciones específicas de rechazo:

1.En la interpretación de los sueños (1900)

Así en su libro La interpretación de los sueños lo dice tajantemente: “Debemos evitar la distinción entre supraconsciencia y subconsciencia, a la que es tan aficionada la literatura actual sobre las psiconeurosis, ya que esta distinción parece insistir precisamente en la equivalencia entre el psiquismo y la consciencia[iii].

2.En lo inconsciente (1915)

En su libro Lo inconsciente, Freud[iv] insiste al decir: “no nos prueba la existencia en nosotros de una consciencia segunda, sino la de actos psíquicos que carecen de consciencia. Podremos también rechazar la designación de “subconsciencia” por incorrecta y descaminada”.

Ilustración de Fernando García Álvarez.

3.En la conferencia “resistencia y represión” (1917)

En la decimonovena de sus Conferencias de introducción al psicoanálisis Freud[v] le dice a su auditorio: “Me gustaría oír de ustedes la admisión de que nuestras designaciones ` inconsciente, preconsciente, consciente´, son mucho menos perjudiciales y de justificación más fácil que otras que se han propuesto o han entrado en uso, como “subconsciente, paraconsciente, intraconsciente, y similares”.

4.En ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (1926)

Para el descubridor del psicoanálisis, pues, no existe nada debajo de la consciencia lo cual es expresado por el prefijo griego sub (`abajo´), por lo que rechaza el término subconsciente.

De este modo en su libro ¿Pueden los legos ejercer el análisis? el médico vienés[vi] es sumamente claro: “Cuando alguien habla de subconsciencia, yo no sé si, tópicamente, mienta algo situado en el alma por debajo de la consciencia, o, cualitativamente, una consciencia otra, por así decir subterránea. Es probable que ni él mismo tenga una idea clara. La única oposición admisible es la que media entre consciente e inconsciente”.

Conclusión

Como hemos podido apreciar, Freud se opone abiertamente al concepto y al término subconsciente por lo que, cuando escuchemos que alguien nos diga: ¡Te traicionó el subconsciente!, podemos tener la certeza de que esa persona no ha leído con detenimiento al creador del psicoanálisis. Tendría que haberte dicho: ¡Te traicionó el inconsciente!

Aclaración

Con objeto de que haya más claridad, me he permitido escribir los términos de acuerdo con las directrices de la Real Academia Española: consciencia: ` percepción o conocimiento´ (es el sentido de la teoría freudiana); conciencia: `capacidad de distinguir entre el bien y el mal´ (sentido moral).

“El adjetivo correspondiente, en todos los casos, es consciente, y su antónimo, inconsciente. No son correctas las formas conciente ni inconciente[vii].

[i] Sigmund Freud (1893), “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas” en Obras completas, Tomo I, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, p. 209.

[ii] Sigmund Freud (1893), “Estudios sobre la histeria” en op. cit., Tomo II, p. 89.

[iii] Cfr. Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Barcelona, Editorial Labor, 1971, p. 414.

[iv] Sigmund Freud (1915), “Lo inconsciente”, en op. cit., Tomo XIV, p. 167.

[v] Sigmund Freud (1917), “Conferencias de introducción al psicoanálisis” en op. cit., Tomo XVI, p. 271.

[vi] Sigmund Freud (1926), “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” en op. cit., Tomo XX, p. 185.

[vii] Cfr. Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Diccionario panhispánico de dudas, Bogotá, Distribuidora y editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A., 2005, p. 158.

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